Parece que Hollande, ese líder poco consistente y anodino desde el punto de vista del sex appeal, tiene un lío con un pibón del cine francés llamado Julie Gayet. La noticia ha alborotado a los franceses, reacción que me sorprende mucho más que el hecho en sí, dado que la política gala está sembrada de presidentes con proponsión a la bicefalia sexual, que a veces se sustancia en hijos ilegítimos que acuden a llorar a los funerales.

Así que lo primero que pensé al ver las fotos de la revista Closer fue: “La Trierweller lo mata con sus propias manos”. Este va a ser el primer magnicidio perpetrado por la viuda. Una mujer correosa que se ha ganado la antipatía del país con abundantes desaires y que suele poner cara de asco en las fotos, aunque vista de impecable Dior desde que los asesores decidieran cambiar su imagen.

El poder es un foco de magnetismo, desde luego. Conozco mujeres (y hombres) que se dejan fascinar por un cargo y un asiento en el Real. Puede que Hollande sea más de lo que parece. Quizás un tipo con fino sentido del humor a falta de finas hechuras. Su currículum sentimental lo encabeza la bella Segolene Royal, compañera de fatigas políticas y madre de sus cuatro hijos. Y luego está Valerié, la fiera de Valerie. Mujeres fuertes, inteligentes, autosuficientes, no sospechosas de dejarse llevar por los oropeles de la influencia.

Imagino a Hollande desnudo, los dioses del colegio de monjas me perdonen. Desprovisto del cetro y el boato. Con su sobrepeso, su sonrisa facilona, su alopecia irremediable  y sus canillas despeluchadas. Defendiendo su vigor y su capacidad de seducción –mon cherie, susurrará- mientras afuera le espera el escolta fiel, ese que vigila los encuentros furtivos y lleva cruasants a la pareja para que desayunen la pasión. Y la imagen me deja fría. “La única cuestión es saber si la amante se mantiene con dinero público”, ha dicho Marine Le Pen. Y por una vez le doy la razón.

Segolene Royal

La política francesa es muy entretenida. Mientras allí los asuntos de cama incendian las portadas aquí los presidentes duermen en La Moncloa o eso pensamos, y seguimos diciendo que en España no interesan sus vidas íntimas sino su (in)competencia. Y puede ser cierto, pero en mis sueños más perversos imagino a Rajoy sorprendido en un renuncio sexual y me da la risa. Lo que iban a enriquecerse nuestras tertulias de café en la oficina si ese apóstol de la moral estricta nos regalara una portada con pibón made in Spain…

Lo dejo ya, que mi muela ruge y es un justo castigo a la ligereza imaginativa. Espero con ansia la reacción de Valerie. La vida es un culebrón y todos llevamos una portera dentro. Con esta carga intelectual arranco la mañana. Y con otra: los feos también tienen esperanza a nivel cuernos. No hay nada más democrático que la infidelidad, aunque sea en portada y a cuatro columnas.