Mi querida Big-Bang;

Hay pensamientos radiactivos, deseos radiactivos y hombres radiactivos. En este último caso no trato de hacer una aproximación metafórica. El novio de mi amiga C.vive a 2000 kilómetros y tiene una misión: inseminarla. La cosa parece fácil. Pero no. Porque debe hacerlo los días fértiles del mes, lógicamente, y cuando no hay huelga de controladores aéreos le sobreviene un funeral o una catástrofe fruto del letal cambio climático, y la naturaleza, cruel e implacable, decide que ese semen, si llega retrasado, no tiene más que un reducido valor onanístico.

La cosa es que mi amiga anda a un calendario pegada, calculando esos días adecuados para la cópula reproductora. Y a este paso va a necesitar al arcángel Gabriel ése de la virgen María para que le haga un trabajillo fino y conciba por obra y gracia del espíritu santo, que al parecer no falla.

El último escollo podríamos llamarlo, en adelante, escollo Chernobil. Al hombre/donante le han hecho una prueba médica con muchos átomos de los malos y se ha quedado radiactivo perdido: “Cariño, me tienen terminantemente prohibido viajar y tener contacto con humanos durante unos días, porque estoy altamente radioactivo”. ¿Qué días, te preguntarás? ¡Los del calendario rojo de mi amiga, naturalmente!

Cuidado, semen radioactivo. Ya me imagino el bote con la “muestra” (así llaman al resultado de una pajilla con el Interviú abierto y pelis guarrillas a tu tiplén como objetos de inspiración). El contenido debe ser como el gusiluz de nuestra infancia: verde irisado, con ligeros destellos que habrían hecho las delicias del mismísimo Robert Oppenheimer. El diseño del packaging, una calavera atravesada por dos huesos, que da muchísimo miedo. Y todo en una urna para mantenerlo a la temperatura corporal.

“Chica, para tanto jaleo, ¿por qué no le dices a tu novio que mande a su hijo, que son clavaditos, y te insemine en un santiamén? Así el semen será más fresco, menos baqueteado por los vaivenes de la vida, y sale ganando la unidad familiar”. Sí, el equipo consultor de la futura madre no escatima en ideas brillantes para alcanzar el objetivo, pero mi querida C. se resiste y argumenta una suerte de teorías sobre el incesto sobrevenido que, según ella, son aún más turbias que las del semen gusiluz.

Todo esto viene a que se me está ocurriendo un negocio brillante: Semen exprés. Un servicio 24 horas para mujeres que buscan un hijo y tienen novios radioactivos. Son legión, no vayas a creer. Así que ya estoy buscando voluntarios y diseñando el frasco. Esta vez sí, voy a ser asquerosamente rica y saldré en los telediarios mucho más allá de esos 15 minutos warholianos de gloria. Gloria gusiluz, que mola más.