Mi querida Big-Bang:

En la vida de toda mujer de real life hay un día en el que descubres que tu padre no es ya ese héroe de tu infancia, que tu novio es un mierda, que tu grupo de amigas adolescentes te despellejan a tus espaldas y …que el presidente de tu país no pincha ni corta más allá de los Pirineos. Mi fascinante mapa de la decepción circundante tiene un aspa más desde que ZP, ese hombre al que voté con cierto titubeo, sólo reacciona cuando los jefes que mandan de verdad lo llaman por teléfono y le dan órdenes precisas. “O rebajas ya el gasto en 35.000 millones del ala o mira cada día debajo del coche, colega”. Y el tipo va y se cuadra.

Desconfío de la gente que sólo reacciona a las órdenes de un superior. Suelen ser poco flexibles, nada imaginativos, marciales. Incapaces de contar una historia o de defender nada que no sea una bandera con un palo. Sí, ese día que pillas al noviete justificando con torpeza ante sus descerebrados amigos por qué ha quedado contigo en lugar de ir a los billares, empieza la cuenta atrás del desamor. Es como si Batman dejara de ponerse el traje y conducir el coche fantástico para dedicarse a la Bolsa o a la horticultura. Queremos héroes, necesitamos sentir al menos unas migajas de respeto elevado al cubo por quienes saltan al campo de juego a ¿defendernos?.

Dirás que lo que te estoy pidiendo es una pastillaca contra la inquietud, el desasosiego, al abatimiento cósmico. Pues sí, y te pido que no me decepciones también tú. El descreimiento es una herida que no duele pero no deja de sangrar, y cuando lo hace te has vuelto un cínico o estás de vuelta de todo. La muerte en vida. Un estado de anestesia general que te impide percibir la nobleza de las cosas, entender que el desmoronamiento de tu padre de aquel pedestal era un proceso necesario hacia la madurez. Que tu noviete fue un eslabón de la cadena hacia el saludable escepticismo sentimental. Que tus amigas estaban tanteando los límites de la traición para sellarlos. Que somos gozosamente imperfectos aunque tú no quieras verlo.

Todo se aprende. Un líder que no manda en ningún campo que no sea de tercera regional es un tipejillo débil que caerá y nos dejará a la intemperie. Y entonces llegará el otro, esa caricatura grotesca que dice ser la salvación y estaremos vendidos del todo. Y o nos hacemos unos hierbas y nos tiramos a las Alpujarras a practicar el peace&love bien atiborrados de hierba o nos exiliamos al país de nunca jamás.

Lo que sea con tal de no sentirnos gobernados por un pusilánime.

(Big-Bang, entenderás que necesito un contáiner entero de química antidecepción circundante. Mándalo ya, por caridad!!!!)