-¿Por qué diecisiete años sin ficción?
– Hay que soportar el propio silencio… Hay que saber esperar. De alguna forma he sabido que no tenía suficiente conocimiento del mundo, y eso se adquiere viajando.

Ayer leí con avaricia la entrevista a Cees Nooteboom en Babelia. Algunas de sus frases resonaban como granadas que estallaran en la línea de flotación del sentido común. Ese bien tan preciado y a menudo tan escaso.  Hay que soportar el propio silencio es un consejo de oro para incautos e impacientes. No sé si milito las filas de los primeros pero desde luego sí la de los segundos, como anoche se empeñaba en recordarme P. bajo una sombrilla en la plaza de Chueca. Rodeadas de alegres musculocas y despreocupadas modernícolas, repasábamos los efectos de un trimestre agitado. Yo le relataba el episodio de un viaje a ninguna parte trillado de desgracias con dos niñas y una tortuga gigante metida en un tupperware y ella me suplicaba que “por favor, por favor, cuando escribas ese libro júrame que me darás la primera entrevista”.

Cees Noteboom

El revival es como sacarte los hígados de la cámara de secado y exponerlos al azote de un ácido corrosivo y maloliente. Así hasta que un día ya no huele, ya no duele. “Si uno tuviese que acordarse de todo, reventaría –dice Nooteboom, de nombre Cornelis Johannes Jacobus Maria– Sencillamente no hay sitio para ello. El olvido es una medicina y hay que tomarla a tiempo“. Tiene toda la razón este holandés octogenario de quien confieso no haber leído nada (podré remedio ya mismo). En realidad es casi un gurú para mí porque consigue alumbrar certezas con luminosas palabras exactas. Eso que a los incautos y a veces a los impacientes nos hace pensar que compartimos algo con quienes admiramos. Cuando en realidad el mérito es del otro.

Cuenta mi nuevo más mejor escritor que su asignatura pendiente son las matemáticas. Que lamenta mucho no haber conseguido hacerse con ellas porque le han dejado en su “pequeña estupidez”. A mí me pasó lo mismo, apreciado Cees, y sé que esa asignatura pendiente me espera a la vuelta de una esquina circular que me condena como me condenan las rotontas cuando voy en coche a girarlas más de una vez hasta elegir la salida correcta, que a menudo es incorrecta.

La combinación de sentirse víctima y agredir es fatal“. No se puede ser más claro. La historia está llena de malos con un pasado triste. De castigadores castigados. De ahí que el victimismo sea una tentación perversa. Y que haya que salir de ahí para superar el rencor y poner el contador a cero. Hoy me propongo conseguir que mi adolescente lea esta entrevista porque encuentro que aprenderá más que una semana de universidad. Igual que ayer aprendí yo, de la mano de esa mujer que frecuento hace 17 años y que siempre me arroja luz y me recuerda la importancia de dejarse ser, dar cancha a las debilidades y cultivar el monólogo interior a dos mientras celebramos con un pisco y delicioso ceviche la alegría de estar solas pero mecidas por tantos abrazos amigos. Y con las antenas desplegadas para captar palabras que lo cambian todo. Que pueden dar la vuelta a ese terror a perderse que oculta algunas cuentas pendientes que habrá que pagar. Con paciencia. A su debido tiempo. Tras haber cultivado el silencio en barrica.

-Y el verano que viene yo te llevo en coche. Con tus hijas y con Tortu. No te perderás, te lo prometo. (Eso es una amiga. También debo contárselo a las chukis cuando vuelvan esta noche)

P.D. Aquí la entrevista completa al escritor en el Babelia de ayer.