Suelo escaparme muchos mediodías al Retiro. Sola y avariciosa de ese vergel inmenso de ciudad. La maniobra es la siguiente: me calzo mis Nike, aunque lleve falda y parezca la tonta del bote o una excéntrica con ínfulas de yanqui de la Gran Manzana, paro en una pastelería Mallorca a comprar cuatro delicatessen excitantes y corro a ese parque majestuoso de Madrid en busca de un árbol que me acoja con cariño y respetuoso silencio.

Debe proyectar una sombra espesa, y ofrecerme un tronco sin demasiadas turbulencias en la piel ni restos de resina. A veces el hallazgo me cuesta un rato, porque lo bueno cuesta, y cuando al fin me elige un nogal, o un castaño -porque me escogen ellos, desde luego-, me siento sobre mi periódico y estiro las piernas. Luego pienso que soy afortunada varias veces, sonrío y mordisqueo una croqueta o un inglesito de salmón (sucesión ordenada de los hechos). A veces contemplo a unos macizos que hacen abdominales a 36º y contraigo el suelo pélvico en un gesto de íntimo mimetismo solidario y como único ejercicio físico negociable.

Mi Retiro es ese, y también el de muy mañana, despoblado y virgen de familias ruidosas y patines. Pero ayer con Minichuki descubrí otro parque y fue como quitar un velo a una bellísima estatua romana olvidada en la sala de restauración de un museo. Habíamos ido a la Feria del Libro a última hora, nos habíamos encontrado con algunos amantes de las letras, habíamos parado en la caseta de Lengua de Trapo y pedido una  recomendación a J., su editor, a quien nos une cariño poco cultivado últimamente y bastantes peripecias en la noche de los tiempos.

-Quiero el mejor título de los que habéis editado este año. 

Y me dio, sin dudar, “Tus magníficos ojos vengativos cuando todo ha pasado“, de Juan Ramón Biedma, Premio Valencia de Novela Negra: “La mujer se había pasado la tarde en la ventana mirando fumar a las nubes”. Buen arranque, pensé. Y también pensé que al título le sobraba el “cuando todo ha pasado”, pero en fin.

Confesaré que no soy fan del género, aunque amé a Dashiell Hammett tiempo atrás con rendida virulencia. Lo imaginaba díscolo y violento, pero ya lograría yo extraer su ternura. Eso que una piensa a los dieciocho, y a veces sigue intentando 30 años después, aun sabiendo que es inútil. Que hay que buscar al tierno militante, y cobijarse a su sombra y asumir sus resinas y sus miedos, como asumimos los propios, mal que cueste.

Luego buscamos una terraza y pedimos viandas. El suelo desmayado de calor notaba la tregua de la noche y mi hija y yo compartíamos tortilla y confidencias. Yo glosaba (como la madre intensa y motivada que soy) la excepcionalidad de casi todo si se sabe mirar, ella inspeccionaba la carta de helados.  Después bordeamos el estanque, que parecía Lemán o el lago Como, hasta llegar al momumento central, de Grasses Riera, erigido en honor a Alfonso XII, cuya estatua ecuestre, de Mariano Benllure, preside y enseñorea el conjunto. Íbamos de la mano, privilegio que Minichuki aún me permite cuando cae el sol y no hay moros en la costa. Un guitarrista atractivo y virtuoso desgranaba El amor brujo, de Falla, y las bestias del parque enmudecían.

Dashiell Hammett

Nos sentamos en las escaleras, a dos metros del agua y en silencio. Sintiéndonos a salvo y orgullosas de una ciudad con tantos privilegios si se saben buscar. A un lado las barcas, recogidas, en suave bamboleo, pintaban un curioso cementerio y una pareja joven se daba un lote de esos que lejos de incomodarte te llevan a otros besos, en el mismo escenario, y celebran la vida apasionada, la de los 15 años pasados los 40, esa que renovamos sin claudicar de nada, bajo la vigilancia de unos leones de piedra que anoche respiraban, juraría.

Al fin, ya bien oscuro, Minichuki y yo nos levantamos, y  volvimos a casa sobrevolando el asfalto caliente. Sus magníficos ojos vengativos. Enamoradas de Madrid como dos guiris que acabasen de descubrirla. Con la ventaja de que es nuestra ciudad, y de ese Retiro misterioso y febril que hay que frecuentar a partir de las diez.  Como hacen los vampiros. Tan Falla, tan Albéniz…Tan moderno.