Mi querida Big-Bang:

Mi amiga Olga asegura que lo que yo necesito es “una buena esposa”. Me lo soltó justo antes de las vacaciones, y justo antes de que el ascensor la engullera rumbo a su revista de glamour y lujo, en el piso de arriba. Sólo faltó un poco de humo al estilo “Lluvia de estrellas” para rematar el efecto. Yo me quedé paralizada en el vestíbulo, pero llevo meditando sus palabras desde entonces. Una es impulsiva, sí, pero cuando le dan un titular de este calibre lo rumia durante semanas, y eso es perfectamente compatible con la digestión de los percebes y bogavante de anoche bien regada -anegada más bien- de vino y gin-tonic.

Yo pienso en buena esposa y me sale Doris Day. Una mujer ánfora con vestido volandero, escote generoso y sonrisa perenne de serie bajo unas mechas rubias impecables con bigudís envueltos en redecilla. Pero, puestos a hacerme lesbiana, prefiero a Sophie Marceau. Tan perfecta, tan chic, tan inalterable, tan francesa. Sin ese punto plastiquero de Angelina ni esas carnes desbordonas de Scarlett. Ahora bien, dudo que fuera una partenaire de manual, el descanso de la guerrera que mi amiga me sugiere.

¿Y si pongo un anuncio en el periódico? Porque lo de ir al “Diario de Patricia” te parecerá excesivo, ¿no?. Digo yo que algo discreto del tipo: “mujer extenuada busca congénere dispuesta a escuchar sin arreglarle la vida, indulgente y afectuosa, sin taras emocionales ni mechas platino”. No sé, no sé… Creo que debo madurar más mi estrategia, que el prado me está ablandando el cerebro y que la holganza con vacas produce extraños efectos a nivel hipotálamo.

¿Que a qué viene esta ramplona disquisición anatómica repentina? Digo yo que a que el otro día leí en una entrevista a una eminencia científica que el cerebro de Einstein y el de Paquirrín, abiertos en canal, serían exactos. Y esto me tiene muy desazonada. Porque ¿y si el de la Marceau se parece al de Belén Esteban y, un suponer, cuando llegue a casa la guerrera que soy le sale una esposa mal encarada y en chándal acrílico, masticando chicle con la boca abierta y mascullando: “la copa te la vas poniendo tú, cari, y de cena bocata de choped o chistorra. Y punto”. Uff, sólo de pensarlo me está dando un ataque de heterosexualidad furibunda. ¡¡¡Una solución quiero!!!!.