Mi querida Big-Bang:

Los senderos de la razón son irracionales. Este es mi primer pensamiento del día, para que veas que voy entrando en vereda. Nada como apuntarte a un curso con gente hierbas para que te dé por los aforismos, greguerías y chascarrillos de dudosa intelectualidad. Eso sí, el ser hierbas, justo antes de epatarte con una frase, respira despacito y contrae el diafragma. Esa es la señal de aviso. Si en ese momento no le metes una raíz gigante de gengibre en la boca, échate a temblar.

Después de contactar con muchos en sucesivos avistamientos cuasimarcianos, he llegado a la conclusión de que es el tofu. Esa consistencia de flan Dhul en blanco mantecoso que hacen pasar por pollo no puede ser bueno. Fijo que ablanda las meninges y hace del hierbas un blando por fuera y un inconsistente por dentro. Si además lo aderezan con gusanos, entran en una digestión tan pesada que ríete de las de Felipe II. Para desahogar tanta sustancia tóxica de su organismo, expelen una teoría endeble y se quedan tan anchos, en estado de atontamiento/levitación.

Luego está lo del ayuno, porque el hierbas tiene a gala depurar su cuerpo de cuando en cuando. Es lo que vengo llamando “la desestercolización”. Tanto tofu y tanto gengibre por algún sitio tienen que salir. De ahí que estos individuos suelan estar semidelgados y aparenten carencia de vigor físico. Y mental, insisto. Cuando un hierbas divaga mirando al infinito no es Kung Fu con Pequeño Saltamontes, sino un tipo hambriento tras una pesada evacuación. Exhausto. En una especie de embriaguez de judías que produce en su organismo la necesidad de teorizar y convertirte para su causa. Es en estos momentos místicos cuando suelo enjaretarme un filete de buey en sus narices.

Pero la esencia del hierbas se manifiesta en la cama. Porque el hombre tofu no se contenta con un revolcón. De hecho, no se revuelca. Practica el tantrismo. Lo que puede definirse como “deja pasar las horas con cara de trance mientras por ahí abajo no sucede nada”. Si hay orgasmo, no ha sido suficientemente bien documentado. Y, francamente, me parece un rollazo estar contorsionado encima de un ser que huele a tofu y a genjibre, con la de cosas que una tiene que hacer en esta vida.

Dicho lo cual, abandono la postura del loto y vuelvo a ser la material girl de cada día. Tan chisposa por efecto de la carne y la patata frita. Tan elocuente gracias a la ausencia de col y lechuga. Tan volcánica por los huevos fritos con chorizo. Pero, al mismo tiempo, tan espiritual por mis manolos y mi nuevo modelazo by Pucci…