Me pregunto cuánto hace que están
listos los obituarios de García Márquez (Gabo para casi todos, debían ser íntimos). Y por qué son tan
coincidentes. Si la muerte de un grande nos deja frente a un espectáculo tan
unívoco que no admite más perspectiva que la del reconocimiento
universal, la fanfarria y un cierto tufillo cursi y pelín impostado
sobre cómo cambió nuestra vida “Cien años de Soledad”.
cambió la vida y pido perdón a los puristas. Formaba parte de esas
lecturas obligatorias que sólo te deslumbran cuando un día, tiempo después y poralguna fuerza misteriosa del destino, abres la primera páginadistraídamente, y luego la segunda y así hasta enamorarte deAureliano Buendía.
en llamas que buscaba el eco a tanta desazón entre los libros. Y elhielo de Macondo estaba frío y no parecía ofrecer demasiadasrespuestas.
transformadora que hace que cuando se te acaba un libro experimentesuna suerte de orfandad y mires al siguiente con recelo.
izquierda. La energía de las pinceladas, la torsión de un cuerpo salvaje, el inquietante velo de los ojos de una virgen… y así.
lo convirtieron en mito en vida, y puede que así lo mataran entretodos. Si eres un símbolo, un prócer del baile mágico con laspalabras, un maestro del periodismo, una voz de esas que cuando
hablan desencadenan el silencio universal, date por muerto. Las
plumas de muchos prepararán los panegíricos funestos mucho antes de
que se te olvide respirar. Y es posible que sabiéndote cadáver
renuncies a toda actividad creativa y te tientes el cuerpo cada noche
para comprobar que aún hay latido.
lo llamaría Gabo, esas familiaridades hay que dejárselas a los
allegados y pretenders- llegó a detestar Macondo y el macondismo. Si
la criatura devino en monstruo voraz. Si le pasó como a esos
artistas que tratan de avanzar pero en los conciertos les piden
siempre los mismos temas: “¡¡¡Like a Rolling Stone, Like a
Rolling Stone!!!”. Sospecho que muchos de los que estos días han
colgado en sus muros estremecedoras reseñas de su arrebatada pasión
por el autor en realidad hace tiempo que lo abandonaron a su suerte.
de vacaciones y esta desidia diletante de descifrar la identidad de
los árboles como principal tarea, haya matado al escritor como en su “Crónica de una muerte anunciada”, y ayer, al
encontrarme esa letanía de obituarios enlatados, dolientes y pomposos
experimentara extrañamiento y esa incomodidad de no formar parte del
grupo dominante.
disculparme a los dioses del Olimpo literario que deben estar
haciendo los honores a su nuevo miembro, que afila la pluma para un
discurso inédito de ingreso que no podrán glosar los panegiristas
vocacionales. Esos que viven su momentazo a costa de la muerte y de la gloria ajena.