Mi querida Big-Bang;

Vuelven en forma de anónimo los reproches de ese prócer de la mala leche que es Rubidio. Considera su excelencia que me falta poso cultural y algunos ripios de altura. Que yo, que terminé aíta de revistas para mujeres, debería ser un poco más feminista y un poco menos radical. Piensa que si defiendo a los hombres sometidos al maltrato de sus ex es porque me gustan más que a un tonto una tiza, y no pienso pararme a pensar si algo tiene de razón. La realidad es que no puedo con las tías que chupan la sangre a quien quisieron en nombre de no sé qué pacto secular llamado matrimonio (o paternidad común)

Veamos, ¿debe alguien (y aquí hago un ejercicio de corrección política del carajo, Rubidio, tronko) mantener a quien fue su pareja por la eternidad, también llamada la mayoría de edad de unos hijos que antes eran 18 años y ahora ronda la treintena? ¿Hay que ponerle un piso a quien ya no se ama y regalarle un sueldo Nescafé y algún que otro viaje vacacional al Caribe? Sí, ya sé que me voy a granjear la enemistad de muchas mujeres pero, chicas, como orgullosa divorciada que soy no puedo soportar ciertos relatos de terror a costa de hombres que no pueden ni viajar al Caribe ni pagar un alquiler porque esa mujer a la que amaron (y prácticamente odian a estas alturas) extiende la mano cada mes y no hace demasiados esfuerzos por ganarse su dinero, la jodía.

Así que asumo de entrada los insultos y la befa de muchas, pero invito a la reflexión desmayada habida cuenta de la hora: ¿Es feminismo prolongar los efectos de un sentimiento que se fue y pagarlo con el talonario? ¿Puede utilizarse al hijo como rehén para vivir de las subvenciones en lugar de pelearse en el mercado, como hacemos todas/os? ¿Cómo ser feminista y defenderlo cuando ahí fuera algunas que conozco y salen a manifestarse llevan años chupando de un bote que ya no lleva su nombre?

Y aquí paro, porque lo mismo las hordas se suman a Mr Rubidio y me avasallan cuando salga del portal. Anoche cené poco y me he levantado reivindicativa. Quiero que todas tengamos un sueldo Nescafé y un macizo en ultramar pero, lo siento, no a costa de nadie. Si alguien quiere mantenerme, adelante. Juro que firmaré un papel que lo exima del compromiso el día en que, sentada al otro lado del sofá, levante la vista y me encuentre a un extraño con rasgos físicos vagamente familiares. No pienso convertirme en la cobradora del frac.