Una ex novia puede ser una presencia muy molesta.

Digamos que a mi amiga le ha tocado convivir con dos fantasmas. La primera llegó a manifestarse en cuerpo presente, que no muerta. Era la ex de su novio (hoy ex, a su vez), un tipo bastante desdibujado que tenía dos virtudes que lo hacían el candidato perfecto: la edad y que siempre estaba ocupado. Cuando has tenido un diletante a tus pies, joven para más señas, valoras que el siguiente tenga un trabajo que lo absorba hasta olvidarse de llamarte.

Pues bien, el ocupado venía con un amor no resuelto en la mochila. Una mujer que seguía estando ahí, que colonizaba su casa y que lo llamaba para que le resolviera las chapuzas domésticas. Y mi amiga, que es muy suya pero nada celosa, observaba el trasiego pagafantista con el rabillo del ojo, sin decir nada pero algo inquieta.

Dado que ella es moderna y amplia de miras, el ocupado le propuso quedar a tres bandas. Comería con la ex y a los postres de sumaría mi amiga. “Cuando llegué me los encontré en el rincón más romántico de un restaurante muy coqueto. Ella vestida de dama de las camelias, él contemplándola encendido, y me sentí la asistenta del grupo”, relata. Huelga decir que eso fue el principio del fin de un amor apenas hilvanado y que en adelante la condición de ocupado sería contemplada como factor en sí mismo sospechoso.

La misma amiga juró no volver a amar, pero amó. El tipo también tenía mucho trabajo, también tenía su edad y… también estaba al retortero gracias a una mujer, la ex, que se resistía a cortar el sedal. “Arréglame el ordenador, llama a mi padre, ayúdame a elegir un vestido…” Esa hiena no parecía tener límites en sus requerimientos, y lo llamaba a cualquier hora del día o de la noche. Mi amiga hervía de rabia y de desdén. Decidió con mi aquiescencia fundar el partido de los amores rematados. Un servicio secreto que cercena cualquier intento de las ex por mantener en vilo al hombre que abandonaron. Las detestamos y podemos ser crueles, sí. Cuando llaman las denunciamos a la policía de la ruptura y mandan efectivos a sofocar sus impulsos.

Luego, en casa, nos ponemos el vestido de dama de las camelias y brindamos por el fin de los Pagafantas. Esos tipos endebles de espíritu e incapaces de rematar una historia como dios manda.