Mi querida Big-Bang,

Hay adjetivos que los carga el diablo. Levantan suspicacias de inmediato. Por ejemplo, “femenino”. Si a una directora de cine le achacan que su obra es muy “femenina”, suele revolverse. Mola más que te llamen “la Scorsese de Fuenlabrada”, un suponer. En el caso de las escritoras, las hay que montan un pollo de consideración al identificar el comentario con cierta condesdendencia de la crítica, pero se quedaron calladas como muertas aquellos años en los que algunas se hicieron un hueco en el mercado catapultadas con la etiqueta de marras y sin excesivos méritos añadidos.

Como yo no tengo personalidad, vida interior ni postura definida al respecto,tiro del diccionario de la RAE, que también es femenino en sí:

Femenino/a: Propio de mujeres. 2. adj. Perteneciente o relativo a ellas. 3. adj. Que posee los rasgos propios de la feminidad.4. adj. Dicho de un ser: Dotado de órganos para ser fecundado.5. adj. Perteneciente o relativo a este ser.6. adj. Débil, endeble.

Y ahora, a lo que vamos. Situación. Cena con una pareja adorable de amigos. Divertidos, inteligentes, dispuestos a saltar de tema en tema al ritmo trepidante de los palillos chinos. Una pareja de años sin desgaste aparente ni ripios consolidados y aburridos. De repente, él osa decir que lo que escribo es “femenino”.

-¿Femeninoooo? salta ella, ¿qué quieres decir?
-Pues eso, que ella se fija en detalles como lo hacéis las mujeres. Que tiene una mirada femenina.
-¡No estoy de acuerdo en absoluto!

Lo que sigue es una discusión sobre lo que nos ocupa. Y si no he pegado ojo esta noche no será porque no hice el gesto femenino de endosarme una pastillaca ni calzarme el antifaz. Que soy débil y endeble es evidente. Si no, no estaría aquí tumbada exhibiendo mis vergüenzas como otras exhiben el canalillo (bravo, si lo tuviera yo haría lo mismo). Nací sin talle fino y mis andares son más propios de la legión que de una señorita al estilo Mad Men, para entenderlos. Pero soy superfemenina, ateniéndonos al tópico, porque se me da superbien despellejar a mis congéneres, hacerme la mosquita muerta cuando me conviene y dejar que me cambie un hombre la rueda pinchada, si procede.

A más a más, desde que la Sección Femenina dejó de existir, las mujeres hemos perdido el patrón que nos hacía más interesentes. El hecho diferencial. Yo quiero ser femenina. Lo necesito desesperadamente y mi J., que tiene su lado ídem bien desarrollado, responde a mi súplica con un lacónico “nena, tú tienes más testosterona que un ejército de camioneros colapsando la M-30”.

Lo dejo aquí, que me está sobreviniendo una jaqueca del carajo y me hace ilusión, porque al parecer es muy femenino. Cuando se me pase, ensayaré la tabla de la femeneidad con disciplina olímpica e invitaré a mis congéneres a un apasionado debate sobre el tema, con café y pastas. Buen domingo, chicas!