El Vaticano tiene un calendario de curas macizos. En realidad el Vaticano niega cualquier relación con el almanaque romano, el souvenir más vendido en territorio San Pedro gracias a esas fotos inspiradoras de hombres de buen ver en sotana y alzacuellos, alba con su cíngulo o casulla inmortalizados por un tal Piero Pazzi (en adelante Satán). La belleza prohibida siempre fue más bella, porque crece frondosa e imparable en los muros de nuestra imaginación. Mirar con deseo a esos tipos es puro pecado. Tres padresnuestros y un avemaría.

-Pero si es un calendario para maricones, un objeto de culto gay ¿no te das cuenta?
-Ya me parecía a mí…

Las que crecimos bajo las alas de “El Pajaro Espino“, esa teleserie donde un sacerdote encarnado en el atractivo Richard Chamberlain  se batía sin éxito contra la tentación de una niña luego mujer (nadie pronunció la palabra pederastia, que recuerde), idealizamos el romanticismo de la sacristía. Esa torridez de una puesta escena con cálices abigarrados, vírgenes lánguidas y hostias dulces que nos hubiera condenado al mismo infierno. Pero claro, los curas de mi infancia eran señores feos, más bien pasados de kilos, descolgados de tez y laxos de tono muscular, con sotanas brillantes por tanto relavado y zapatones negros cubiertos de polvo. Nada que ver con esos efebos vaticanos de gimnasio que brillan como poseídos por Apolo y en lugar de perdonarte las faltas leves te inducen directamente a la mortal. Tarjeta roja.

El pájaro Espino

Entiendo que al Papa Francisco y sus predecesores no les haga ninguna gracia que la vanidad lo pete en las tiendas de su territorio vaticano. Una provocación para monjitas de piel nívea y espíritu ad hoc. Un revolutum moral para los chicos con dudas sobre su sexualidad. No creo que una foto de Kim Kardashian con su derriere hipertrófico dispare tanto la renta per cápita hormonal de este país donde la irreverencia se palpa en plena plaza y solo queda entrar en la basílica e hincarse de rodillas frente al altar mayor a clamar perdón en sí bemol.

No puedo perdonarme haber viajado a Roma tantas veces sin haberme hecho con un botín así. En su lugar recuerdo que en mi primera Roma, con mi abuela, compramos un rosario con sofocante olor a rosas, y en su cajita rosa se quedó. Un tío bueno de enero, o digamos de marzo, nos habría dado a mi hermana y a mí para muchas más alegrías y alabanzas al altísimo. Bendita sea la belleza que se muestra, soberbia y se comparte urbi et orbe. Clamen los ángeles del cielo, levántense las faldas las señoras. Clarines y trompetas. Deme su bendición, hermano mío. O deme lo que sea…

(O sea, un puro incesto)

Annie Leibovitz Calendario Pirelli

El otro calendario es el Pirelli. El de las tías buenas cortas de lencería y largas de mohínes de orgasmo que este año ha entregado las riendas a la genial Annie Leibovitz. Y la fotógrafa, que es muy suya, ha escogido mujeres brillantes, guapas o feas, desnudas y vestidas, y ha dejado a los talleres mecánicos de barrio sin imaginaría clásica para pecar entre vielas y trócolas.

-La tía se ha marcado un calendario para bolleras, no te jode.
-¿En serio? No lo hubiera pensado.

Diciembre aprieta el paso y con tanto frenesí almanaqueño aún no he decidido qué modelo colgaré en la cocina, dado que no querría añadir penitencia a la que ya me toca por méritos propios. Pero miro mi ejemplar 2015 de Fruterías Manolo y me parece triste y deslucido. Y busco sin buscar los vuelos a Roma, sin duda con perversas intenciones…