La actriz Blanca Portillo tiene cara de cuadro de Vermeer. A Scarlett Johansson, que interpretó a una mujer Vermeer en “La joven de la Perla”,  le faltaban ángulos, profundidad y drama contenido y le sobraba mohín, pero no magnetismo. De esa película solo recuerdo la luz terciopelo sobre su piel cerca de una ventana y esa mirada virgen que promete un revolcón al que se atreva.

Anoche volvieron a poner “El Perro del Hortelano” y ahí estaba la Portillo. Tan verdad como siempre, aunque la prefieron pasada por la pátina misericorde (en su caso) de los años. Allí estaba Emma Suárez tan carnal y tan en verso, en un recital prodigioso de talento interpretativo que echo de menos en el cine español de hoy. Aunque quizás a quien eche de menos sea a Pilar Miró, la directora que fue vilipendiada por el escándalo -hizo lo que hizo, que comparado con lo que otros harían después se queda en chiste- y ya no levantó cabeza.  

Miró era seca y frágil. O al menos así la vi cuando me tocó perseguirla en un día de rodaje de la película “El Pájaro de la felicidad” por una finca cerca de Madrid. Era invierno duro y el equipo merodeaba embozado en enormes bufandas y sombreros. La directora no tenía claro si me concedería la entrevista. “Ve y si quiere te dará un rato, no te prometo nada”, me advirtió su equipo de prensa: Yo traté de ser invisible, pero alguna vez su mirada afilada y cetrina se clavaban distraídamente en mi presencia, para evidenciar enseguida que yo no le interesaba ni poco ni mucho.

La Miró emanaba una autoridad indiscutible que escondía ternura. Los actores se cuadraban delante de ella, y obedecían sin rechistar pero sin miedo. Ella quería más, “repetimos la secuencia”, y otra vez…Y no levantaba la voz, si acaso apretaba fuerte esa boca tan fina y hacía un gesto levemente contrariado. 

A veces se le escapaba una sonrisa de refilón, y diría que de haber podido habría ido a recuperarla.

Pilar Miró

Creo que llovió, sé que el frío me calaba los huesos, y tenía los dedos amoratados mientras tomaba nota de esto y de aquello. Pasaron muchas horas y entonces, cuando yo pensaba que todo estaba perdido, alguien de su equipo vino a decirme: “Pilar ha dicho que va a cenar algo al Hollywood de Arturo Soria. Que si quieres estará allí”.

Fui volando, con el fotógrafo. Nos sentamos en una mesa. Me clavó esos ojos intimidatorios. “Has aguantado bien un día duro”, me dijo. Yo sentí que el pánico a la fiera se había evaporado. Hice mi entrevista. Contestaba breve, contundente, mordía su hamburguesa. Me miraba muy fijo. Recuerdo que nos despedimos con un abrazo algo más profundo que lo que el protocolo exigía.

No volví a verla. El Perro del Hortelano fue su última película. Luego murió. Pensé cómo me gustan las mujeres duras que esconden un corazón al rojo vivo. Las mujeres inteligentes que exploran nuevas formas de contar historias. Una película en verso es un doble salto mortal, ella lo sabía. Lo hizo y se llevó doce premios Goya, los más importantes. No recuerdo esa ceremonia, seguro que salió de refilón al estrado e hizo un comentario ácido. Eso que a veces hacen los sensibles para evitar que los dañen. 

Echo de menos ese cine, lo repito. Sobrio y elegante, de personajes fuertes y frágiles a los que la vida coloca en un disparadero.  Creo que voy a encargar en Amazon una selección de sus películas para darme el gustazo este verano.

Y creo que Blanca Portillo es la más Pilar Miró de nuestras actrices. Tan de hachazos, tan rápida y creíble…