Cierta mujer que conocí llegó a una cita con un caballero culto y atildado. Todo iba bien, según el protocolo del primer encuentro: restaurante íntimo ma non troppo, buen vino y conversación de altos vuelos regada con elegante sentido del humor. Hasta que el hombre, tras conocer que ella tenía un novio diez años más joven, le inquirió:

-¿No has pensado que dentro de cinco o diez años serás una señora y que te interesaría más elegir ahora, que eres aún una diosa, un hombre de otra edad?

La mujer se quedó muerta ante semejante grosería envuelta en celofán machista y jamás pensó en el caballero, diez años mayor, como otra cosa que un abuelo impertinente que, si alguna vez fue un dios, hacía tiempo que había abandonado el olimpo de los seductores con licencia.

Ayer tuve una animada charla con M. sobre esas frases que arruinan una cita. Ella había comido con un hombre muy atractivo, de unos cuarenta. Un poco soso, eso sí,  de esos a los que hay que arrancarles la conversación con fórceps para evitar los incómodos silencios. En un momento dado él le dijo de un conocido: “Tiene esa naturalidad de los de clase alta, ya sabes”. Mi amiga entendió que el tipo, de pueblo como ella, asumía que ambos estaban dominados por una conciencia de clase polvorienta y anticuada. “Fue muy desagradable”. ¿Volverás a quedar con él?, le pregunté. “No sé… a cenar como pretende no, desde luego”.

Cuando tienes veinte, treinta años, vas a la primera cita sin armadura y con todas tus cartas boca arriba. En la madurez, digamos, llevas el detector de interferencias bien afinado y todo puede rodar de maravilla hasta que él, pongamos, te confiesa que tiene toda la colección de Pablo Coelho en su estantería, o que jamás come con las secretarias de su oficina porque ya se sabe que “son unas chonis  cotillas que lo largan todo en cuanto te das la vuelta”. O se hace el remolón a la hora de pagar para que tú invites.

Las normas clásicas de la buena educación han aconsejado siempre evitar tres temas: política, religión y sexo. Y con conocimiento de causa. Que se lo digan si no a C., a quien un hombre con el que quedó para una caña afterwork le preguntó, sin anestesia, si prefería hacérselo en la cama o en el sofá, dando por hecho que mi amiga era una mujer muy liberal y proclive a compartir sus hazañas eróticas con el primero que se cruzara en la esquina. “En cuanto di el último sorbo a mi cerveza me excusé diciendo que tenía que ir a tender una lavadora”.

Una primera cita no debería incluir confesiones del tipo: “Estoy en terapia desde hace tres años” o “aún no he superado la ruptura con esa mujer que me arrancó el corazón y se lo zampó a pedacitos“. Dar lástima es un viejo truco que atrae a las madres, pero elimina cualquier chispazo de sex appeal en el camino.  Los gustos musicales, literarios y artísticos tampoco son baladí. Si un hombre te confiesa que es fan de Melendi “por la hondura de sus letras”, estás ante un hortera de bolera aunque a continuación te jure que lee a Lipovetsky y ha subrayado “La era del vacío”.

Del mismo modo, si sales a cenar con un hombre con las iniciales bordadas en su camisa, atente a lo que vendrá después. Y no te hagas la sorprendida si tu cita se pasa hablando de su madre toda la noche o, aún peor, de su ex mujer. Nunca serás lo más importante en su vida, tenlo claro.

Terminaré con otra anécdota que le sucedió a mi amiga D. Una mujer separada que, harta de quedar con hombres a través de Internet a cual más desafortunado, conoció a un famoso periodista radiofónico que la rondó a la antigua usanza: flores, cenas con velas, manitas sobre el mantel y miradas tórridas. Todo perfecto hasta que le confesó que por las noches dormía con un artefacto  para su problema con los ronquidos. “Era, según me describió,  una especie de bozal con cinchas”, me relató mi amiga. “De pronto me lo imaginé como Aníbal Lecter en El Silencio de los Corderos, y salí pitando”.

Visto lo visto, considero que la primera cita debería ser inodora, incolora e insípida. Porque es un campo de minas que te puede estallar en la cara a menos que des con un tipo divertido capaz de troncharse cuando le confieses que tu chiste favorito sigue siendo el del perro Mistetas, o que te pasas la noche sin dormir y apuntas vaguerías en el teléfono cuando te asaltan las musas, sea a la hora que sea, y no le parezca absurdo que Algo Pasa con Mary esté en el top del cine para una tarde tonta con palomitas, y encuentre exótica tu desorientación en lugar de exasperante…

Así que confío en vosotros, amigos, para que engroséis con vuestros consejos ya aportaciones el manual de la primera cita. El futuro sentimental de muchos de nosotros está en juego. Mientras aún seamos dioses, que diría aquel.http://www.entremujeres.com/pareja-y-sexo/errores-mujeres-primera-cita_0_484151697.html

pd. Con este video, soy consciente, espantaré muchas potenciales primeras citas. ¡Qué le vamos a hacer!