Querida Big-Bang:

“Como chino, tengo que medir mis palabras”. Lo decía el otro día un tal Cui Jian en la contra de El País, y aún le estoy dando vueltas, porque no lo pillo. A mí, por lo general, me gustan más los verborreicos surcoreanos o incluso los incontinentes chilenos, siempre que se los entienda. Porque los jeroglíficos se me han dado mal de toda la vida. Para mí resultan tan insondables como las derivadas o el fuera de juego.

En general,y dado que soy irreflexiva, tengo cierta inclinación natural por la gente que mide poco lo que dice. Los espontáneos te regalan frases memorables. Yo, como buena recolectora, me cuido mucho de apuntarlas en mi libretilla para epatar a mi público y seguir engordando mi ya sólida fama de chascarrillera profesional. Ahí van unos ejemplos:

“Pienso disfrutar de todo el amor que me quepa en el cuerpo”. Que nadie busque a Chavela Vargas detrás de esta sentencia que me regaló mi amiga A., justo antes que un gigantesco túnel nos engullera camino de San Sebastián. La frase ya es mía y pienso soltarla después de ponerme ciega de tequilas y al ritmo de una ranchera. ¡Ándale!

“Nuestro matrimonio se rompió porque él leía el periódico por la noche y se empeñaba en comentármelo. Y yo por la noche no comparto nada”. Natural, oyes, yo ni siquiera comparto de día. Menos con un pesado con complejo de agencia EFE.

“No era tonto el becario…Ahora es concejal”. Pues cualquier día saldrá envuelto en un pufo o nombrado en un dossier fantasma de esos del PP. Y dios le pille confesado!

“Yo confundo a menudo el continente con el contenido”. Esta perla es de mi compañera y sin embargo amiga M., y aprovecho para decirle que lo suyo no es tan grave. A mí vivir en la confusión me ha deparado no pocas experiencias paranormales y aquí me tienes, tan pimpante. Huyendo de los chinos locuaces y de todo hombre que no sea capaz de explicarme clarito y con paciencia en qué consiste eso del fuera de juego.