1-“El segundo peor polvo de mi vida fue con un japonés. Recuerdo que le decía: “¡Pero dónde vas, Maricarmen!”. Doy gracias al cielo por sentarme tan cerca de U. A la pregunta inmediata de ¿cuál fue entonces el primer peor polvo? declina contestar. U. tiene sus principios y, aunque cueste creerlo, vale más por lo que calla que por lo que cuenta.

2.“Yo ya me vine acá. En París me aburría como embajador de Chile. Enviudé, soy un hombre soltero y aquí estoy. ¿Chile…? Chile queda muy lejos…”. Ayer, en la presentación del libro de Jorge Eduardo Benavides La paz de los vencidos” (Nocturna ediciones) en esa librería Alberti cuya atmósfera íntima y la esmerada selección de libros me convierten en una Holly Golightly frente al escaparate de Tiffany´s , el escritor Jorge Edwards (1931), presentador deluxe del acto, ofreció un recital de elegancia y amor a las palabras no exento de agudo humor. Edwards luce porte diplomático y un aire a Alfred Hitchcock hasta en los andares. El punto justo de distancia, la ironía flemática y compasiva y ese dominio del tempo en el discurso que te deja prendida de su boca, de sus ademanes lentos y sabios. Y sin saber cómo te invaden unas enormes ganas de pedir el té de las cinco aunque sean las ocho y huela a tinta.

Presentación ayer, librería Alberti

3.Vuelve R. de su arranque de viaje alrededor del mundo con barba de muchos aeropuertos y el cariño cómplice de siempre. Tiene la modestia de los que esperan que bucees dentro para encontrar el diamante que lo habita. Me habla de Petra, de Zimbawe y de un viaje en autobús de muchas horas. “Las vacunas me dieron reacción, tenía gripe y me entretuve escuchando la conversación de una madre y una hija”. Le robo el contenido de la charla de su muro de facebook porque R. es un gran escuchador y se queda prendido de lo que vale.
-La hija: “Manu me quiere más a mí que yo a él. Si en un plato hay
dos hojas de lechuga y una está marchita, siempre me da a mí la buena.
Es feliz con muy poco y siendo así me hace a mí feliz”.
 
-La madre: “Tu padre y yo nunca fuimos amigos, sólo amantes. Hay
parejas que se quieren y otras que simplemente se dan calor. Nosotros
nos dábamos calor”.

4-Mediodía, guisantes con jamón y otro reencuentro jubiloso y esperado. El vuelco en el corazón. Él, mirada de reojo: “Tienes unos buenos muslos, sí, de corredora velocista”. Ella, mordisqueando dos o tres guisantes: “Ya sé que no soy Kate Moss…” Él, vehemente: “Si no te conociera y me pusieran una foto tuya al lado de otra de Kate Moss no lo dudaría. Te elegiría a ti”. Cuando D. se emplea en el piropo, no escatima. Y siempre hace calor, es fiesta y te da la risa. 

5.Interior, noche: Hija: “D. le ha pedido salir a G. y yo sólo tengo ganas de llorar”.  Madre: “Tú eres demasiado especial y ese niño es un coleccionista. Los que merecen la pena no van a por todas, se quedan con una y la hacen sentir única. Que no se te olvide”.

P.D. Fragmento de entrevista a Jorge Edwards en El País, enero de 2013:

Enamoramientos. “Hubo muchos, no todos están en el libro. Hubo
platónicos, con amigas de mis hermanas. Hubo amores muy escondidos, con
mucho miedo. En la adolescencia me atreví más, y tuve que aprender boxeo
para defenderme de algunos celosos. Pero el médico me dijo que yo no
debía boxear, así que paré un poco. Había un poeta inglés que decía que
él había creído que el sexo acababa a los 40, luego pensó que a los 50, y
así hasta los 80. ¡Y no se acaba nunca! No se acaba nunca, doy fe”.