Andrew&Ali, The And

-¿Por qué me engañaste?
-No sé… Quería conocer otras opciones… No tengo las respuestas.

En el video, Ali y Andrew, una pareja de treintañeros, se enfrenta a su pasado.  Él con una gorra absurda y cara de culpa retroactiva. Ella con shorts y una mirada conmovedora. Entre ambos, como cortando el aire, las preguntas que no se hicieron cuando eran pareja. Los motivos de la ruptura. Qué es y qué no es tener sexo con otro. Por qué se miente cuando se quiere salvar momentáneamente el pellejo. Qué se echa de menos cuando se rompe (“comer palomitas juntos en el cine”). Y sí, también se enfrentan a las relaciones que vinieron después. A los deseos nunca pronunciados. Aparentemente, la cruda sinceridad.

-Yo no hubiera sido la misma persona de no haber tenido la relación que tuvimos. Porque nos queríamos. Yo quería casarme contigo y no creo que vuelva a querer hacerlo con nadie (Ali)
-Tú siempre me dabas otra oportunidad…Creo que fue todo culpa mía. (Andrew)

Un escenario sobrio, una mesa baja que parece un banco como separación, débil frontera.  Una pareja que se mira a los ojos por primera vez en mucho tiempo. Y hay tensión, incomodidad, hay lágrimas en dos momentos dramáticos, y hay risas también. Hay verdad. O eso parece. Todo sucede sin sobreactuación, como ajenos a la cámara y a que esa conversación pendiente entre  ambos van a verla seis millones de internautas en cuatro días y va a terminar en el festival de Sundance.  En un  documental prometedor titulado  “The And”. 30 parejas y 412 preguntas. Sin sordidez, sin que el acceso a la intimidad resulte obsceno.

-¿Por qué quisiste que fuéramos amigos después de romper?
-Porque realmente te echaba de menos.

Y hay mucho más. ¿Cuándo fue la última vez que te decepcioné? ¿Qué sentiste la primera vez que me viste?  Confieso que no he podido dejar de ver el video sin hacerme yo misma esas preguntas. Justo lo que se propone este trabajo que viene a contar que a veces las respuestas necesitan su tiempo. La pátina del perdón. La perspectiva de unos cuantos kilómetros de vida separados. Que el olvido total es improbable. Que toda relación deja una huella que vuelve a supurar, aunque sea pequeña, incluso diminuta. Que nunca nos decimos todo lo que pensamos, aunque pensamos que sí nos lo dijimos. Que una pareja es un contenedor de silencios. De malos entendidos. De cobardías mutuas. De preguntas por hacer que no se hacen por miedo a las respuestas. De mentiras que parecen verdades. De verdades bañadas en formol.

No sé cuánta espontaneidad cabe en un guión escrito. No sé si son actores y he sido engañada. Sé que si fuera directora de cine me habría encantado rodar este proyecto. Que puedo imaginarlo llevado a otras parejas: padres e hijos, jefes y subordinados, curas y beatas. “Asuntos pendientes”, podría titularse si no fuera porque “The and” es tan perfecto. Los puntos suspensivos que quedan al tirarse al vacío. Que a veces rellenamos a solas. Al trote por el parque. En una conversación con una amiga.

Yo he aprendido que no sabemos nunca lo que tiene el otro en su cabeza“, me decía mi amiga M. el otro día. Y tiene toda la razón. Y puede que esas elipsis entre dos merezcan un respeto, y toda la distancia hasta que al fin suceda que uno se siente frente al otro y pregunte, y encuentre la respuesta necesaria. O que a veces sea mejor echar un saco de hormigón, dejarlo que se seque, y a otra cosa…

-Has pensado alguna vez en volver a estar juntos? (Andrew)
-¿He pensado alguna vez en volver a estar juntos? (Ali)