1.Alguien debería escribir una Guía de Andares de pianista. Me conformaré con acuñar la expresión. Creo que los hay que cuando se levantan del taburete tras acometer una pieza experimentan una suerte de mareo que los hace retirarse como en trance, los brazos alicaídos, acorchados, la mirada fija en un punto que sólo ellos ven, y un arrastrar de pies sonámbulo y contrahecho. Como yo cuando vuelvo a casa con tacones tras una soireé nocturna.
Anoche viendo a Javier Perianes en el Auditorio Nacional sucedió. Tras su Sonata en La mayor de Schubert se hizo zombie y acampó entre nosotros. Sokolov -ese genio- es de la misma escuela. Glenn Gould, su más brillante y rotundo precursor. En la otra banda, Daniel Baremboin, que sale del trance como Napoleón, brioso emperador al trote e incendiado de ojos y soberbia, y amonesta al público sin recato y con toda la razón.  Y te da miedo.

2.Nunca lo entenderé. Si estás constipado, no vayas al concierto. Las toses en el centro de salud son decorado como el óleo de ciervos en los años del Cuéntame, pero en un auditorio donde un solo hombre o una sola mujer se encara con un teclado, hay que hablar de sabotaje. (Por no referirme a las toses postizas y carraspeos entre movimientos. Alguien ha debido correr la voz de que es fino y chic hacerse oír en los ínterim).

Javier Perianes

3.El taxista que me lleva parece una drag queen en formato de día. Las cejas depiladas hasta el paroxismo, corpulento y cuajado de abalorios. Para mi sorpresa, me informa que baila de salón con su mujer, y que eso les hace muy felices. ¿Qué bailan? le pregunto. “De todo, pero bordamos el pericón“. Nueva sorpresa. El vals francés está de moda, y los guays no se habían enterado. El trayecto de taxi se me hace corto y trato de exprimir a mi confidente, que ahora vuelve a lo suyo: ¿Sabe por qué los taxistas venceremos a los de Uber? Porque somos ratas de alcantarilla”. Pago y corro.

4.La mediocridad que esconde el robo de ideas sin atribución de fuente, me susurra F. El mundo se divide entre los que inventan y los que les chupan la sangre. Entre los que sueñan y los que desarbolan el sueño sin mojarse en una contrapropuesta. Debería perseguirse el delito de usurpación cotidiana. Piratería del genio. Atraco al pensamiento. Somos lo que contenemos, pero si callamos no luce. Y si luce, se expone al trote demasiado cercano de los filibusteros.

5.El anonimato, la invisibilidad, lo que se han de comer los gusanos sin cristianos que miren. Una parte del Yo debe quedarse dentro, como vino en la barrica de una sacristía inviolable. Darse tanto y tan gratis tendrá sus consecuencias, apocalipsis del tiempo que vivimos. A ratos las palabras sin salir de tu cráneo, mientras un pianista mareado desgrana a Debussy, y el mundo se detiene.