Trastevere.Roma

Una parte de Italia ha votado a la izquierda de Bersani. La otra, a Berlusconi resucitado de entre los muertos (y algunos, bastantes, al cómico Beppe Grillo, sí).

Resultado: un país ingobernable.

No voy a hablar de política, tranquilos, pero puede que los analistas expliquen hoy el resultado electoral como eso que pasa cuando la gente se siente desorientada, devastada, escéptica, furiosa. Cuando la crisis hace estragos y uno no tiene mucho que perder ni que ganar. Y entonces va y vota a un señor famoso por sus escándalos y desmanes. Carne de juicio. De titular grosero. Adalid de la cultura jacuzzi. Esa que se nutre de tías buenas que marcan pecho y culo, velinas tristes que sonríen para la foto.

(Pero ya lo votaron cuando no había crisis, diréis. No utilicemos el caos como argumento universal)

Certamente. Es la soberanía del pueblo. Eso sagrado que no debe cuestionarse. Pero da que pensar.

Amo Roma. La última vez que estuve la recorrí en bicicleta, brincando sobre esos adoquines que recitan rosa rosae. La Fontana de Trevi es siempre Anita Ekberg en La Dolce Vita y el Trastevere es mi barrio favorito de Europa. En Roma he besado, me he emborrachado y bailado hasta el amanecer, me he peleado con mi adolescente y me he quedado muda, estremecida en un concierto de piano  en Teatro Marcello, una noche con luna de septiembre. No guardo ni un solo recuerdo que pueda enturbiar esas sensaciones. Ni uno solo.

La dolce Vita

Y sin embargo, Berlusconi.

Puede que el problema sea mío. Idealizar una ciudad, un país, es como idealizar a una persona. El día que te eructa a la cara no das crédito.

Italia es Dante y es Rafaella Carrá. Es Miguel Ángel y es Benedicto XVI. Julio César y Bruto. Donatella Versace y las catacumbas. La ópera y el carnaval. 

Es Garibaldi y es…¿Berlusconi?

 

 “Mira
la bestia por la cual me he vuelto:

sabio
famoso, de ella ponme a salvo,

pues
hace que me tiemblen pulso y venas.»                               

«Es
menester que sigas otra ruta

‑me
repuso después que vio mi llanto‑,

si
quieres irte del lugar salvaje;                                     

pues
esta bestia, que gritar te hace,

no
deja a nadie andar por su camino,

mas
tanto se lo impide que los mata;                                         

y es
su instinto tan cruel y tan malvado,

que
nunca sacia su ansia codiciosa

y
después de comer más hambre aún tiene.    

(Dante Alighieri.  Divina Comedia)