Un tipo se sienta a mi lado en el autobús:
-¿Qué tienes debajo del gorro?
-Algunas ideas y el pelo corto.
La respuesta correcta hubiera sido: “Frío”
Últimamente la gente sube al bus con ganas de conversación. Aún no han puesto las aceras y ya hay que hilvanar sujeto, verbo y predicado. Un esfuerzo aún mayor con gorro calado y bufanda a juego.
Antes, en casa, la conversación es solo apremio: “Corre, corre, que llegas tarde a clase”. O bien: “Te he visto esconder el desayuno”. O bien: “Recoge los calcetines del suelo”.
Te levantas imperativa y te acuestas subjuntiva.
Las conversaciones deberían arrancar no antes de las diez de la mañana. De ahí que me gusten los hombres que amanecen y se ponen a leer o a escribir.
El tipo del autobús no se da por vencido:
-Antes tenías el pelo más rubio.
-¿Perdón?
-Sí, el verano pasado parecías más rubia. Y más ligera.
A estas alturas del trayecto tengo dos opciones: bajarme tres paradas antes de la mía -qué frío- o pegarle un corte con lengua viperina. Pero sólo me sale: “Recoge los calcetines” o “corre, corre”.
-En verano no era yo.
Termino respondiendo.
Y me bajo. Tres paradas antes.