1. Se da por supuesto que el trasero de Kim Kardashian es sexy y pone brutos a los hombres. A mí me da miedo tanta masa prieta y desbordona y espero ansiosa el día que el periódico titule a cinco columnas: “El culo que nunca existió“. Mi teoría personal es que se trata de una entelequia para mantener entretenido el fuego de las redes sociales.  Y que corren buenos tiempos para el fake.

2.Las tías buenas son tontas. Lo escuché recientemente y fue como oír “voto a bríos”. Ese atavismo/antigualla sólo lo piensan los hombres que se sienten incapaz de ligárselas. Es mucho mejor devaluar a una maciza que devaluarse a uno mismo. Conozco gorditas tontas, atléticas tontas y tontas y feas de todos los colores. Ante una guapérrima lista (como Claire Underwood, como Sophie Marceau, por citar dos de mi quinta) me descubro en mi pequeñez con mechas rubias.

3.Mis compañeros listos ven “Sálvame Deluxe” y para justificarse aseguran que es “puro Shakespeare“. Caliban, Ofelia o Próspero no pueden yacer bajo semejantes engendros de vulgaridad, digo yo. Pero seguramente no soy lo suficientemente hipster. (Y particularmente creo que House of Cards es puro Shakespeare. Soy una clásica)

4.Ayer mi querido A. me contó que va a estar en Las Palmas el mismo fin de semana que yo. Irá al Orgullo Gay. “Pues cuando te vea mariconear ligero de ropa procuraré mirarte a los ojos, nene, que no quiero perderte el respeto”. A él sólo puedo adorarle, incluso subido en una carroza. A mediodía le pedí que me acompañara a Oysho. Aceptó de buen grado y ya en la calle pregunto: “¿vas a comprar lencería, no?”. En realidad era una cita profesional, pero le hubiera abrazado por estar dispuesto a divagar entre bragas y sujetadores para ponernos al día de nuestras cosas.

5.Entretengo los mediodías fingiendo que ya es verano. Una terraza de Madrid, una cerveza y un salmorejo me proyectan a un mar imaginario cuyo horizonte puede ser el Museo del Prado o el estanque del Retiro. Recoletos ya está alfombrado por los libros y las mujeres empezamos a mostrar piernas y escote con descaro de canícula. Si no puedes ser Kim Kardashian, sé tu misma, repito y miro mi retaguardia con circunspecta aceptación. Los culos enormes pasarán, pero el sex appeal de las mentes agradece la hipérbole y es un must sin tiempo ni modas.  (Y respecto a los hipster, aprovechad el momento que estáis a punto de entonar el canto del cisne)…