Mi querida Big-Bang:

Arranca la semana con agujetas en el páncreas y un billete de avión en el bolsillo. Hacer maletas empieza a convertirse en un deporte de alto riesgo que acometo con más disciplina que vocación. En realidad querría ir en pelotas y comprarlo todo en mi destino, pero conociendo mi talento para la desorientación y el manirrotismo, lo mismo terminan enviando a los GEOs al mercadillo de los vuittones. No, no te pierdas que es aún lunes y las aceras están sin poner. El Boeing no puede esperar.

Yo es ver una maleta abierta y entrarme sudores. Me da un ataque de “just in case”, que diría mi amiga I. y quiero meterlo todo, en milimétrico desorden. Una prenda lleva a la otra, y ésta a los zapatos, y cuando quiero darme cuenta llevo looks para mes medio, pero todos incompletos. En una de mis últimas performances me olvidé la ropa interior, y era domingo. Naturalmente que hiciste tu interpretación todo a cien del lapsus, nunca me decepcionas. A cambio, jamás olvido meter cinco o seis pares de confortables calcetines de algodón, un detalle curioso teniendo en cuenta que no van con mis stilettos y menos aún con mis plataformas. Pero me siento tan tranquila con esa carga inútil como con mis lexatines, orfidales, nolotines y antifaz con silicona para jaquecas de ocasión.

Sí, siempre hay un desconocido/a que pega la hebra conmigo cuando vuelo. Debo tener cara de: ábreme tu corazón,chato, que es gratis y soy rubia. Y esto me obliga a torcer el cuello y bizquear, dos gestos que terminan indefectiblemente en el vómito. Como sabes, acumulo grandes gestas en esta materia, y el día que las ponga negro sobre blanco será un best seller. Ya tengo el título: “Que usted lo pote bien”, o “Hágase un Jackson Pollock orgánico a siete mil metros”. Pero entiendo que mis fans no me perdonarán semejante desliz gore, así que nos quedaremos en “Cómo perder el glamour sin bajar de las nubes. La regurgitación pret a porter”.

Ya paro, que se te va a caer el mito. En realidad te escribo para reducir mi ansiedad y a la espera de que se me seque la laca de uñas de los pies. He pasado el fin de semana memorizando dossieres en spanglish mientras chupaba banquillo. Jugar al fútbol con los de tu sangre es lo que tiene: o corres como una poseída o te condenan al ostracismo, sin florituras. La cosa es que la derrota de mi equipo, “Los Tiñosos”, fue enjugada con el triunfo en el Trivial. Ahí lo bordamos las chicas de la familia, y ellos aún se están lamiendo las heridas de su orgullo machirulo. Mi respuesta estrella, la que me deparó el minuto de oro de gloria, fue “El acorazado Potemkim”. Se quedaron muertos todos, incluso yo misma.

Hala, procedo a drogarme para el viaje. Pórtate bien, que regreso en breve y con mis desequilibrios en su máximo nivel. Prometo ponerme ciega de burrata y no beber entre horas. Prometo dejar mi VISA tranquilita y no afanar el albornoz del hotel deluxe. Sí, con la maleta casi llena estoy crecida y satisfecha. Arrivederci, bambina!