El poder es asomarse a un balcón y no ver un precipicio.

Como soy demócrata como yo sola, asumo que el pueblo ha hablado. Y el pueblo es esa masa vestida de azul que jalea y salta sin tener en cuenta a los vecinos. “Hoy no se duerme, señora, ¿no se ha enterado?”

Con la victoria electoral ocurre como con la boda. Te lo pasas pirata ese día pero lo que cuenta de verdad es eso que empieza al día siguiente. A tu novio puede que le huela el aliento, y se levantará con los pelos disparados. Y es posible que no quiera que le hablen hasta pasado el mediodía. Y que eche demasiada sal a las lentejas o, peor aún,  lea a Isabel Allende a escondidas. Pequeñas taras domésticas, ya sabes. ¡Pero qué bien lo pasaste el día de la boda! Venga champán, venga, baile, venga besos con tul ilusión!

El beso en el balcón nunca es baladí. Habla de la vida sexual de los esposos. Algunos eligen la frente como campo de operaciones y sabes que rezarán unidos. Otros, la mejilla, ese lugar indeterminado que puede ser boca según te escores. O puede ser sien, y entonces date por jodido (no es literal, desgraciadamente)

Pero un beso en la boca es una promesa de lujuria desatada. Cuando Obama ganó las alecciones alguien escribió: “por fin se folla en la Casa Blanca”. Bueno, es posible que no fuera así el titular, pero sí su esencia. La pareja presidencial se metía mano con los ojos y esos besos eran de adolescente ansioso. De pareja que le dice a las cámaras de TV, al país entero: “Señores, ha estado muy bien pero mi señora y yo tenemos que ir a querernos un rato”.

Claro que la española cuando besa, es que besa de verdaaaaaaadddd. Anoche hubo un beso labio contra labio, sí. Fugaz y amenizado con música de Manolo Escobar. Cuando se mezclan la saliva y la patria estás perdido. No hay chispa posible, no hay retozo. “Nena, si ganamos tendremos que darnos un pico”, le dijo él. “Buenooooo, está bien, pero corto y sin baba”, respondió ella.

Por el bien general, espero que ese beso con mantilla de Semana Santa sea el primero de muchos que vendrán. Húmedos y apasionados. Furtivos e insolentes. La pasión une tanto como el poder. Que se lo digan a los Bruni-Sarkozy. Y un calentón a cámara es muy cinematográfico. Si no, el beso de balcón tiene mucho de “Bienvenido Mr.Marshall”. Y Berlanga ya no está aquí para rodar el remake.

Anoche hubo balcón, y hubo beso, y la pareja no ha dormido, seguramente. No por la excitación carnal sino por la que se les viene encima. Demos pues una oportunidad al amor. A las lentejas, al aliento y hasta a la mala literatura. Y que lo que los españoles han unido, no lo separen el déficit, los mercados y la cruda realidad.