¿Qué escribiría hoy mi idolatrada Jane Austen?

Estos días se celebra el 200 aniversario de Orgullo y Prejuicio, una de esas novelas que recomiendo a mi adolescente cuando me pide literatura romántica.

-¿Pero es romántica como yo creo o a tu manera?, quiere saber.
-Es romántica con chica lista y libre, no con lánguida boba que se sube a la moto con macizo descerebrado y se somete a sus deseos sin rechistar (y sí, estoy pensando en los crepúsculos, los Moccia y toda esa basura sentimentaloide que a mi hija y a sus amigas les parece lo más).

Doscientos años después de mi Jane Austen http://es.wikipedia.org/wiki/Jane_Austen, no hemos aprendido gran cosa sobre el amor. El patrón literario/cinematográfico sigue teniendo demasiadas veces un tufillo a anulación de la voluntad por parte de las chicas. Y no hablaré de ese otro gran éxito con coartada de novela erótica para mujeres que se está inflando a vender gracias al gancho sexy del sometimiento.

Debo reconocer que no sólo de Jane Austen vive mi generación. Cuando yo llevaba el pelo largo -in alter tempore- todas devorábamos “Mujercitas”, de Louisa May-Alcott http://es.wikipedia.org/wiki/Louisa_May_Alcott. La historia de cuatro hermanas y una madre que se las tienen que arreglar sin el padre durante la Guerra. Recuerdo que una era Meg, juiciosa y bella, que aspiraba a casarse; Beth, la bondad inocente, que enfermaba y moría de escarlatina; Después estaba la frívola y coqueta Amy y por último Jo, mi heroína radical. Una marimacho que escribía historias ataviada con un sombrero y una pluma. Jo March era tan moderna que contemplaba la amistad con los hombres como una posibilidad, y el matrimonio  como una suerte de condena si no era por amor. Entre otras heroicidades se cortaba el pelo, símbolo de feminidad, y lo vendía para recaudar dinero para los combatientes de guerra. Al final triunfaba como escritora y, de paso, encontraba en un profesor alemán el verdadero amor. Un sentimiento profundo entre iguales que a mí me pareció el ideal y que en lo que a mí respecta no ha envejecido un ápice.

Jane Austen

Naturalmente las chicas de mi generación no fuimos vacunadas contra el fracaso sentimental por Jane Austen ni por Louisa May-Alcott. Imagino que los cuentos de príncipes y princesas nos contagiaron el veneno del romanticismo barato, y muchas caímos en sus redes. Pero con el tiempo nos hemos recuperado y volvemos a nuestras clásicas heroínas para recordar que en realidad siempre quisimos algo que se parece a lo que tenemos ya entrados los cuarenta. Una gran pasión devoradora -la escritura- y la certeza de que ningún hombre vale la pena si no vende más que sentimiento arrebatado y una moto desde donde abrazarlo. El amor Moccia, para entenderlos.

 P.D Tiene gracia que mi amigo P. nos dijera el otro día a A. y a mí que estaba buscando un pseudónimo coral para ambas. Y, entre otros, barajaba “Mujercitas” y “Orgullo y prejuicio”.