Capilla Sixtina

Resignación: “Dícese del estado de ánimo vaticano y gris”.

Creo que “vaticano” debería ser aceptado por la RAE como un adjetivo más, sinónimo de: oscuro, tenebroso, pomposo, opulento y laberíntico.

Nunca he sentido un solo chispazo de espiritualidad entre las columnas de Plaza de San Pedro. Menos aún en la basílica y tampoco en la capilla Sixtina, esa maravilla que permiten visitar en hordas humanas que miran al techo cámara en mano. Me emociona más cualquier ermita en medio de la montaña o esas capillas barrocas poco iluminadas que nadie incluye en los tours y que esconden una talla de Cristo o de la Virgen rodeada de frescos sin restaurar.

El Vaticano exuda poder, soberbia y una larga ristra de pecados capitales, y espero no ser condenada al abismo del infierno por decir esto. Imagino que el Papa se ha ido como alma que lleva el diablo a reposar de las intrigas y las zancadillas de esos otros hombres que miran al cielo y ocultan la piedra.

No quiero hacer demagogia anticlerical. Conozco curas buenos y entregados. Pero me parece que el encierro de hombres o de mujeres en un espacio aunque sea de oración concita todos los desmanes del ser humano. Un convento, una comunidad religiosa, es como una familia sin genes ni historial previo que actúe como cemento. La sangre, para entendernos. Desde la mañana a la noche se cruzan por el pasillo, discuten por la intendencia, se dan codazos por lo que hice yo y no hiciste tú. Se critican, se despellejan…y quiero pensar que también se aman.

El Papa y su secretario

Pero el Vaticano se me antoja el  más oscuro nido de pasiones contenidas y desatadas. Y ahora, con dos Papas en breve, el perfecto argumento para una novela de Ken Follet, pongamos, que narre la lucha entre el saliente y el entronizado, los bandos capitaneados por el secretario macizo de uno y el del otro, que viste de Prada como el diablo. Y todo amenizado por el repique solemne de las campanas de San Pedro, ese que negó a Jesucristo tres veces.

Arrivederci, Benedicto XVI. Descansa y date a la oración y la escritura. Ora et labora. La pesadilla ha concluido. Empieza el espectáculo del Cónclave y millones de creyentes y ateos contemplarán la fumata con expectación, como parte de ese ritual emocionante y novelesco.

Y millones de turistas seguirán pisando la plaza entre sotanas orgullosas y peregrinos capaces de ver a Dios en medio del oropel y del boato.

P.D. Los cantos gregorianos son espíritu puro, sin embargo. Ahí os va uno de mis favoritos, cantado  por los monjes del Monasterio de Silos .