Mi querida Big-Bang:

“A esta edad ni se cambia ni se mejora. Sólo se engorda”.Me lo recuerda mi querida A-1 desde el naranjal, en un intento de parafrasear a su admirado Juan Villoro. Después me explica que he hecho muy bien dejando de trazar extrañas piruetas al borde de la piscina y a continuación me detalla la logística que me llevará al huerto. Todo muerta de risa, porque la jodía está de vacaciones y le mola que la esclava siga con los grilletes y con ese tono de piel azul verdoso que nos deja un año entero de dilemas, discursos mal armados y cavilaciones.

Como engordar, ni muerta, voy a ver qué tres o cuatro muebles puedo mover para dar por saco al Villoro. Los intelectuales es lo que tienen. Acuñan una sentencia chunga y se echan a dormir, que luego ya vendrá la posteridad en forma de amiga vaga con ricitos de oro para erigirlos en los altares del genio. Sí, yo también quiero ser abducida por la diletancia de un verano sin proyectos, pero aún me queda un día para piciarla con jornada de 8 a 15h. ¿Si me hago un de 9 a 16h admitirá el Villoro pulpo como animal de compañía y podré chulearme de haber cambiado de volumen sin subir de talla?

No cuela, vale. Pues lo mismo cambio mi canción de arranque y en lugar de Van Morrison la emprendo con “uno de esos gitanos que te gustan”, como dice mi padre. Que lo mismo le da un Pitingo que un Pescadilla. “Total, todos madrugan poco”. Y ya puestos a introducir cambios otra posibilidad sería dejarme crecer una media melena, bajarme de los tacones for ever o dejar de comer regaliz rojo como un mono compulsivo cuando me asaltan la duda, la desidia o el desaliento.

No pienso hacer tantos esfuerzos, querida A-1. Estoy practicando el arte del descontrol controlado y si me haces pensar me estropeas las mechas.Ya soy crisálida, me quedan tres brazadas y estaré allí, recogiendo calabacines a tu vera o inventando juegos de palabras para engrasar el ingenio. Me cuentas por sms: “No ha salido este proyecto. Nuevo invierno sola y a la intemperie” Te respondo:”No estarás sola, me tienes a mí para pelearnos con el vértigo”. Justo antes de desconectarte del mundanal ruido me escribes: “Te quiero, amiga”. No, a estas edades no cambiamos, pero hay mensajes que te engordan y te redondean. Y eso es un poco cambiar. Villoro, no eres tan listo.