1. Mi estación favorita, definitivamente, es el Otoño, seguido de la Primavera. Me gustan los estadíos intermedios, los grises frente al blanco y negro. Sorprender un cambio de color en el árbol de la esquina y las personas que incorporan la duda y el matiz a sus certezas radicales. Creo que, definitivamente, me estoy haciendo mayor.

2.Mi vecina la endemoniada sigue fustigando a su madre la de las fajas marrón clarito y me obliga a dormir con tapones en los oídos. Dormir con tapones es como ser enterrado vivo en un tupper al vacío.

3.He abandonado mi viejo hábito de salir a correr de madrugada porque los parques son territorio comanche a esa hora en la que los jardineros se están tomando un café del termo y tardarán aún media hora en recorrer las praderas. En ese tiempo hasta el asesino más torpe podría ejecutarme sin que se enterase nadie. Lo he visto en las películas toda la vida. Y si lo he visto yo, lo han visto ellos (los asesinos). Copiar es fácil.

4.Me persiguen los relatos. Arranco uno y lo sueño mezclado con el siguente, que debuta en el ordenador tres días después. ¿Hay una teoría de los seis grados en las historias que uno imagina?

5.Creo firmemente en la reconversión de los afectos. La amistad, el amor, ni se crean ni se destruyen, sólo se transforman. Nadie puede desaparecerse sin oler a cadáver y asomar una tarde por la cresta de una ola, distraídamente.

6.Ayer me enteré gracias a un afecto reciclado de un dato crucial. Los vuelos trasatlánticos transcurren entre 31.000 y 39.000 pies de altitud. La reconversión en kilómetros no parece tan sugerente, a efectos de escribir una historia. (Nunca fui muy ducha en el asunto de los sistemas de medidas. No sé lo que es una pinta salvo en cerveza, ni una pulgada que no tenga que ver con Pulgarcito)

7.Lo que nos hace crecer es ir contranatura. Dale a una caótica el reto de hacer una lista de asuntos pendientes y moverá el mundo. Juro que cada vez que tacho un apartado me siento feliz y poderosa. Espero no terminar como Rain Man con la guía de teléfonos…

8.Mi obsesión por los edificios no conoce límites. Desde que tengo un nuevo teléfono con cojocámara de fotos ando por mi ciudad cual guiri japonesa a la caza de chaflanes, ventanas, paredes y alféizares. La arquitectura es para mí la primera de las bellas artes contemporáneas, y no hace ascos al feísmo, a la practicidad militante o al absurdo radical. La luz dorada de otoño sobre las fachadas me parece el mejor regalo en mis paseos. Bendita sea la mirada de extrajero siendo local.

9.Debo hacer algo urgentemente con mi colección de amaneceres. Tal vez un documental para intelectoguays que arrastre a las masas al cine y sea tan ininteligible que salgan fascinadas. Los intelectoguays son tan bobos que sólo necesitan un señuelo de exclusividad. Las marcas lo saben y se aplican duramente.

10.Creo que el otoño me gusta porque la hoja que veo hoy no será nunca más igual. Los estados provisionales te impulsan a atrapar las esencias. Mañana soy otra. Un antídoto contra el aburrimiento. El estímulo permanente. Así, podría decirse que hay personas Otoño y personas Verano (también Primavera a Invierno, desde luego). Superemos la pregunta de los signos del Zodiaco para cambiarla por ¿tú qué estación eres?