En “Mi vida sin mí” (Isabel Coixet, 2003  ) la protagonista, desahuciada por un cáncer, escribe en una lista las diez cosas que debe hacer antes de morir:

  1. Decir a mis hijas que las quiero varias veces al día.
  2. Encontrar a  Don [su marido] una buena chica   que les  guste a las niñas.
  3. Grabar felicitaciones de cumpleaños para mis hijas todos  los años  hasta que cumplan    los 18.
  4. Ir todos juntos  a Whalebay Beach  y hacer un gran  picnic.
  5. Fumar y beber todo lo que quiera.
  6. Decir lo que pienso.
  7. Hacer el amor con otros hombres  para ver cómo es.
  8. Hacer que alguien se enamore de mí.
  9. Ir a ver a papá a la cárcel.
  10.  Ponerme  uñas postizas (y hacer algo con mi pelo).

La película, debo decir, me gustó en su día y tuve más que una discusión al respecto con algún cultureta afín al cine de arte y engaño que consideraba que era un melodrama facilón envuelto en brumas y lavanderías. “Uno de esos vomitivos de la Coixet”. A mi apasionada defensa del filme yo añadía entonces un comentario sobre un detalle que consideraba crucial en la historia: “A Sarah Polley se le ve la celulitis en una secuencia..”.

Pero me estoy yendo del asunto. Se supone que el 21 de diciembre se acaba el mundo y tengo la nevera vacía. Podría hacer dos cosas: llenarla para atiborrarme con los mejores manjares de aquí a entonces, o ir devorando las escasas existencias para llegar al día de autos con un bote de ketchup por todo alimento, y así complacer a mi abuela, que en gloria esté, que solía regañarnos si dejábamos algo en el plato o un dedo de zumo de naranja: “nena, tómate ese remanente” (el vocabulario de mi abuela merece una novela. Tal vez un día…si los mayas se equivocan)

Aplazo por el momento mi decisión sobre la intendencia y paso al asunto que nos ocupa: mi lista Coixet con las diez cosas que debo hacer antes de la hecatombe:

1. Ponerme extensiones bien largas y abundantes para volver a experimentar, después de tantos años, esa sensación coqueta y volandera de agitar la melena como un botafumeiro, o hacerme coletas y moños italianos. Y ser femenina en el sentido más convencional del término.

2. Dormir en una tienda de campaña en la playa de la Ballota, Asturias, rodeada de todos mis amigos, las chukis y de mis hermanos&cuñados, tras una juerga memorable en la que haremos una locura excéntrica por riguroso orden de llegada, beberemos hasta perder la dignidad y nos bañaremos en pelotas mirándonos a los ojos. ¿Banda sonora original? Led Zeppelin, Chet Baker, Los Rodríguez, Mina, Bach, Aretha Franklin… (todo muy moderno, como veis)

3.Pasar una noche tórrida con cada uno de mis hombres del cine: Kevin Spacey, Ewan McGregor, Robert Downey Jr, Edward Norton, Jeremy Irons, Harvey Keytel, Bill Murray… (si no da tiempo no le haré ascos a un trío o a un cuarteto)

4.Conseguir llegar a Boadilla del Monte sin perderne. Yo solita, en mi coche. Suena pueril, pero es una de mis asignaturas pendientes y no me voy a ir tranquila de este mundo sin lograrlo.

5.Viajar con mis Chukis al tiempo y al lugar que deseemos, empezando por Egipto, época Nefertiti/Akenatón. Ellas insisten en París, siglo XIV, pero ya les he advertido de que la peste hace estragos y que no hay nada romántico en el Sena maloliente.

6.Disponer de un gigantesco vestidor con las colecciones de Valentino desde que no está Valentino. Y de Stella McCartney, Lanvin, Anne Demeuledemeester…y experimentar la sensación de salir a cenar con un look rompedor del brazo de un hombre  que se fije en mis zapatos y me diga que me quiere y después no desaparezca como el príncipe de Cenicienta.

7.Volver a comer una ventresca de atún al horno como la de aquel día en aquel restaurante modesto del pueblo más borroka del País Vasco. Tan delicioso que mis papilas gustativas aún vagan como almas en pena y aúllan sabedoras de que será difícil alcanzar esa levitación muchas más veces en la vida.

8. Pedir perdón a todo aquel que herí, rocé o vapuleé de pensamiento, palabra, obra y omisión. De ser muchos, los concentraré en un estadio y tomaré un micrófono para recitar en prosa o en verso los agravios. Un outing que puede matarme. Pero, total…

9. Besar a 100 desconocidos y repetir con aquellos que me estremezca.

10.Volver a leer el arranque y el final de los libros que han cambiado mi vida. Irme acompañada de las mejores palabras y escribir el epitafio más afinado y poético para ser leído cuando todo vuelva, en unos millones de años.