Mi querida Big-Bang:

A veces me pongo ciega a gominolas de fresa. Odio las gominolas, tengo que decir. Siempre he sido más de la tribu del regaliz rojo, así que cuando me cebo con los ositos azucarados debo pensar que necesito ayuda. Dirás que cómo no he aprendido a detectar mis síntomas de alerta: salir con unos zapatos ni altos ni bajos, de esa elevación inconsistente que te diluye y desdibuja. Confundir los nombres de las chukis. Leer hacia atrás los carteles publicitarios, en busca de palíndromos o apagar todos los teléfonos a las nueve de la noche fingiendo que ya estoy en coma.

Sí, soy de esas tramposas que se ponen las trampas a sí mismas. Al momento lo olvidan, y cuando caen al agujero les sacude un calambre sorprendido por todo el cuerpo. Supongo que es una manifestación del lupus ése, y que soy autoinmune además de desequilibrada. A veces, justo antes de desenchufar los teléfonos, llamo a mi amiga A-1 y le digo: “chitina, tengo el día lupus. No digas ni una palabra que pudiera utilizar en tu contra”, y ella responde: “Vale, mona, pero…¿puedo meterlo en un guión?”.

Las mujeres lupus, todo el mundo lo sabe- hacen cola en la parada del autobús, saludan al conductor y fingen cierta normalidad al agarrarse a las barras. Pero a eso de las 12 del mediodía se produce la transformación y empiezan a salirles cicatrices sangrantes en el estómago. Entonces necesitan comer bollería industrial desesperadamente, comprarse un vestidaco nuevo de algún diseñador irreverente, robar un perfume francés o escuchar el Dies Irae del Requiem de Mozart a todo trapo.

La autoinmunidad es lo que tiene. Te empuja a las gestas y te deja vapuleada, libre de sacudidas y dócil. Lista para decir que a ti también te hacen gracia las muecas de José Mota, que atacar Libia es una medida necesaria aunque se haya hecho la vista gorda con otros países con genocidas al frente, que la virtud está sobrevalorada o que los diseños de LWren Scott son una horterada cool aunque se acueste con Mick Jagger.

Ahí lo dejo, que el lupus agarrota mis dedos. Voy a ver si me quedan gominolas en la bolsa y me da un coma diabéticofestivo. Mándame señales de humo con el tratamiento, que ahora, ya, estoy apagando todos los teléfonos. Tres, dos, uno…desconexión.