Mi querida Big-Bang:

Hacer shopping en domingo es un acto de rebeldía. Antes tocaba misa y aperitivo, paella familiar y telefilme cutre siestero. Ahora, y a pesar de Esperanza Aguirre, los domingos se han vuelto respondones. Tú sales a las once a desayunar lo que viene a ser un brunch, con los periódicos en las manos y la esperanza de no cruzarte con nadie conocido a la redonda. Entonces llegan a tu terraza el hermano militar de tu amigo de la infancia con su madre y tu tío. Un señor muy simpático y muy de derechas que la última vez que te vio con tu novio éste llevaba los calzoncillos asomando por el jean no menos de un palmo, y con esa imagen se ha quedado. Y tras los saludos de rigor empiezan a comentar temas sensibles, como la legalización de Bildu -“esos asesinos”- o las intenciones de la presidenta de la comunidad de Madrid de crear grupos elitistas en las aulas con los cerebros más hipertróficos. Y claro, es domingo, el día del señor, y ponerte respondona no procede.

Así que te vas de compras, porque la VISA no entiende de ideologías. Y tu chuki adolescente pretende que le compres unos jeans de 120 eurazos porque tú te los has comprado. Y explícale que no. “Verás, mona, yo a tu edad llevaba los mismos vaqueros que el Vaquilla, un quinqui que salía en la prensa día sí y día no, y tuve que ponerme a hacer prácticas a precio de esclavitud para pillar mis primeros Levis”. La expresión de desdén de la adolescente es inenarrable porque se entrena con Patito Feo, esa serie de tontas y divinas para cerebros líquidos.

Mientras, minichuki no ha perdido el tiempo. “Vale, mami, cómprame camisetas en H&M de esas molonas, pero yo las elijo”. Y lo tiene claro: una de The Doors gris “a conjunto” con una camisa vaquera abierta con la que hace todo tipo de posturas rockeras en el probador. “No dirás que no estoy canchera” (sí, tener una tía argentina ha ampliado mucho su vocabulario). Chuki se prueba una y otra camiseta, y cada una le sugiere una imitación. Con voces impostadas y todo. Al final, negociamos: “Dos jeans y cuatro camisetas o todas las camisetas sin jeans”. Como es trilera desde que nació, me saca el completo y se vuelve loca de alegría.

Mientras, la adolescente deambula por el megastore como una Victoria Beckham sin tacones pero con idéntico mohín de desdén. Todo lo que le gusta es hortera y pasado de lycra. “Verás, chitita, los tejidos acrílicos mezclados con la hormona apestan a sudor”, trato de argumentar para que no se ofenda, porque en realidad le diría que dónde va con ese look de mamarracha. Al fin se coge un bikini con rellenos y saco a relucir toda mi pedagogía pret a porter: “si te gusta…”. “¿Por qué no te gusta a ti, vamos a ver?”, quiere saber la mamarrachilla. Y le explico que los rellenos son más para ese momento en que las leyes de la gravedad pasan a ser inexorables. Pero no cuela. Y a la que me despisto manda a minichuki con un sujetador de ¡leopardo! bien ordinariote. “Mira, mami, que dice que le queda genial”, y para que vea yo lo mono que es se lo pone encima de su nada y se troncha. Ella y el segurata del H&M; que lleva un rato descojonándose (con perdón) con el shopping familiar.

Agotada, me pregunto por qué no habremos hecho lo que todos hacen el domingo. Cine bien calladitas y luego los deberes. Porque las muy zorrillas, por quitarles año, no han confesado que aún tienen que hacer tareas del cole. Así que nos dan las diez de la noche buscando información sobre escorpiones con la que minichuki piensa deleitar a sus compañeros y sobre el número aúreo con la que la adolescente aprende que hay vida más allá de Lady Gaga. Sí, los domingos son días grandes, reflexiono entre sábanas. Y me planteo llevarlas de las orejas a la expo de Gilbert&George, donde lo más que pedirán que les compre es el póster genial de los perritos.

¿Mi VISA? En reanimación, gracias.

Feliz lunes al mundo extenuado del domingo!!!