Aviso previo: este texto va a carecer de tildes porque soy okupa de ordenador ajeno y no escribo holandés, de manera que es posible que abuse de las jotas -aqui la guturalidad es tendencia- y que hable de patatas fritas con mayonesa como de alta cocina. El merito de haber llegado hasta este teclado no es ortografico, desde luego. Tiene que ver mas con no haber sido arrolladas -mis chukis y yo misma- por un travia o bicicleta. Jamas pense que los coches fueran los angeles de la guarda de una ciudad, pero en Amsterdam son sin duda el transporte menos agresivo.

El extranamiento del viaje te obliga a estirar las neuronas. A orientarte incluso perdida. A buscar acomodo en un futon sobre el suelo. A prescindir con dolor de las rutinas de las que renegamos justo antes de despegar. A no encender la tele que no hay y a acostumbrar el oido a ruidos diferentes. El paladar a sabores diferentes. La piel a humedades inauditas. La vista a una belleza arquitectonica brutal donde el siglo XVII convive pacifico con la osadia industrial y el porno con la liturgia religiosa.

Hablando de porno. Nuestra visita al Barrio Rojo ha sido altamente instructiva. Las Chukis se muestran bastante alteradas por el tamano de los miembros de látex (decimos colas, para desdramatizar) en los escaparates. ‘Papa aquí no nos traería ni de broma…”. La tienda de condones colgados por tallas les parece una atracción mas de este parque temático del despelote y me piden que no hable de las putas de los escaparates que no hemos visto porque consideran ofensivo el termino. Yo les digo que a mi por defecto las putas siempre me han caído muy bien, pero que conviene no generalizar (las Chukis piensan que todos los gays son majos, porque mis amigos lo son y no se han topado aun con la marica mala. Al tiempo).

Mapa de Amsterdam

En este viaje he introducido una novedad que esta siendo muy didáctica y provechosa: Mi adolescente tiene la encomienda de apuntar cada euro que gastamos, y Minichuki es la agitadora cultural. O sea, que apunta nuestros planes en una libretilla y luego hace lo que le da la gana. Esta mañana, sin ir mas lejos, aplico su voto de calidad y después de haber llegado a la explanada de los museos en medio de una tempestad, voto junto con su hermana por volver a casa a cambiarnos. Nuestros calcetines chorreaban. Van Gogh tendrá que esperar.

Respecto a la nota de gastos, las dos acaban de venir a decirme el paston que llevamos gastado en poco mas de 24 horas, asustadas. Al fin han descubierto que el enano del cajero automatico necesita un suministrador, un esclavo. O sea, yo.

Cuaderno de bitacora: Tras un día largo y pasado por agua he conseguido que mis hijas probaran las delicias de la cocina hindú (la enana se ha dejado el plato integro, entre aspavientos), conocieran por que las iglesias protestantes son diferentes a nuestra pompa católica (con nota breve sobre Lutero que a la ado “le suena ligeramente”), las he montado en un transbordador con rumbo a una orilla underground muy interesante y fantasmal, han visto la casa de Ana Frank y decidido que esa cola de 2 km se la iba a chupar Rita (confiemos en mañana), han aprendido la diferencia entre vintage y tomadura de pelo para mamarrachas y lo que mola equivocarse de tranvia cuando estas agotada y no perder el buen humor. Han entrado a un coffe shop sin sentirse tentadas por las hierbas y sus cantos de sirena (Minichuki habla de “maria” con soltura, no se yo…) y han comprendido que de ninguna manera ibamos a entrar en un bar donde ponga “tapas” o “paella”.

Podria decirse que la jornada ha sido un éxito. Solo nos queda tirarnos al futon y sonar con la recuperacion de las tildes y las enes…