Mi querida Big-Bang:

Supón que llevas una temporada presa de un dejà vu tras otro. Nada te sorprende, porque ya lo has vivido. Supón que el dejà vu te sobreviene en pleno orgasmo, ¿a que empieza a inquietarte? No , no me ha pasado a mí, y no pienso relatarte mi casquería sexual, como pretendes. Le ha pasado a mi amiga I. y anda inquieta porque no sabe si es una señal del más allá: “¿debería ser menos promiscua, o algo?”. Añadiré que I. ha vuelto al mercado de la carne y el gozo recientemente y que ahora, temerosa de que el dejà vu se le manifieste en una cruel recidiva, empieza a perder espontaneidad entre las sábanas.

Las que no creemos en nada más que en la pasión y el ahora, solemos ir a brujas y adivinos. Es la manera de contrarrestar el tedio de las horas planas. Tú llegas, te sientas, ves pasar las cartas bajo tus narices y aparece un ahorcado, por ejemplo. Sí, es el mismo ahorcado del año pasado, pero la pitonisa, que no da puntada sin hilo, se cuida muy mucho de permitir que se cuele un dejà vu en el destino. El hombre de tu vida ha llegado, o lo mismo no. El trabajo de tu vida era en otro país; el enemigo de tu vida vela armas y la gran cagada de tu vida está por venir. No, el sentido de tu vida ni te molestes en buscarlo, nena, es el puro devenir, la contingencia eterna, lo de Heráclito y lo de Sísifo con la piedra.

Anoche no salté hogueras porque está mal visto hacer una chasca en medio de un salón burgués, como los gitanos. Y no será porque las chukis no lo demandaran: “Venga, mami, quema algo que en la tele han dicho que hoy es la noche del fuego”. Lo cierto es que he tenido sueños en llamas, fantasías incendiarias en las que mi amiga I. se me aparecía hastiada de orgasmos repetidos y me pedía, me suplicaba, que retirara ese cáliz de su vida. Yo, tiñosa perdida, respondía al estilo de mi abuela; “dios da pañuelos a quien no tiene mocos”, y la pobre se alejaba gimiendo y maldiciendo en arameo.

Bien visto, no está del todo mal la moviola, siempre que sea selectiva. Puestos a repetir sensaciones, querría volver a la del primer baño en el mar. Que es como el posado de la Obregón pero con un dos piezas glamouroso y sin silicona. Ese temblor que te sacude cada año, el calambre del agua fría, la deriva de las primeras brazadas que te cortan la respiración, si es mi mar del norte. La arena que allí no quema, pero caldea las pisadas, los músculos que se reactivan después de un año, el aturdimiento, la desorientación, la incapacidad de encontrar mi sombrilla a la primera; Las risas con mi A-1, los gin tonics bajo las estrellas, la pradera y la vaca. Las barbacoas con amigos que incorporan amigos nuevos cada año. La ansiedad a raya, el bogavante a la plancha…

Conclusión: mola el dejà vu si me dejan apretar al botón a mi antojo. Voy a dedicar el día a engrasar el mecanismo y lo mismo lo patento y me hago de oro. No, la bruja no me ha advertido al respecto, pero debe ser una gozada pasar el día de orgasmo en orgasmo, como I., pero sin culpa. ¿Hay mejor espectáculo que el del placer after hours y sin cortes publicitarios?

PD. La bruja me advierte de que un marrón del pasado está a punto de reaparecer. Aprovecho estas líneas para advertirte, quienquiera que seas, que los dejà vu chungos no entran en mis planes inmediatos. Vade retro, satanás!