Mi querida Big-Bang:

A veces eres una de esas mujeres de Hopper que observan sentadas en su cama su desolación y un campo amarillo trigo. Tengo amigas Hopper que querrían ser chicas Lichstenstein, despreocupadas en sus universos pop de burbujas de jabón y azul Klein. Pero han elegido mal el pantone y el estilismo. A otras les mola ser esas bailarinas lánguidas de Degas, con sangre de horchata, y las hay que, sin querer, se contorsionan en su desazón, como esas histéricas de Paula Rego. Como yo cuando lo ordenan mis hormonas.

Descuida, que no voy a explayarme en is categorías de mujeres. Me centraré en las venenosas. En las que, además, tienen la capacidad de engañar a los hombres, pero raramente a nosotras. Tú las ves como a través de una radiografía, larvando las peores intenciones y sembrando mala hierba aquí y allá, a golpe de teléfono. Pero a ellos se presentan como corderitos rubios, víctimas del engaño y la incomprensión. Entonces te pones violenta y tratas de alertar sobre la arpía sin desvelar secretos que no deberías saber. Y terminas trasquilada y bajo sospecha.

Mi último chiste favorito es absurdo: ¿Qué animal es dos en uno?, le pregunta un niño a otro: “El gato, porque es gato y araña….¿Y cuál lo es, según tú?, inquiere éste: “Tu hermana, porque es zorra y cobra”. Detesto a las mujeres zorras/cobra. He conseguido convivir cerca de algunas poniéndome un impermeable de seis capas, pero eso no me impide que en su presencia se me ponga la carne de gallina. La zorra/cobra sale de caza los domingos y fiestas de guardar, y se cobra sus piezas como los furtivos, sin escatimar. Luego se perfuma y va de fiesta, como una más. Y le cuenta a cada uno que se cruza su vida en verso como si fuera una confidencia única y hecha a medida. Puajjjj.

Asumo el coste en pastillacas de esta divagación. Tengo el ánimo venenoso y cierta decepción íntima que no sé si podré sacudirme del cuerpo. Mi amigo H, un hombre sabio, me recomienda desde el más allá que no me meta en madrigueras o me picarán los bichos. “No te jode (con perdón)”, le respondo. “Eso sí, mantente alejada del foco de riesgo, que mira  Fukushima…”.

P.D. De los hombres-pitón-postizos  ya me ocuparé otro día.