-Siempre te queda la opción del desengaño. Cortar la cuerda ya. Sin extender la red. Llamar a la ambulancia. Desangrante.
-Y la de la grandeza o la del olvido lento, como nieve.

Encajo diálogos en boca ajena. Desayuno estevia en el café. Miro con rencor la ropa de correr, algo abandonada últimamente. Proclamo que ya toca un finde de campo y enmimismamiento, cuando sea posible y haya concierto de viola gamba en mi teatro de pueblo. Leo: “No presentir nada es la cima de la tontería” (mi amor Peter Handke, ya instalado para siempre a tiro de brazo somnoliento). Detecto la maldad como la cima del disimulo ladino, mentiroso. Pido una cita para el fisio y otra para la manicura. Anoto: contracturas mentales, sobrecarga de yang. Consulto con P. , acercando mi butaca a la suya -un océano de dudas no razonables nos separa-  por qué la bilis es un semáforo en rojo si a la luz del sol tira a verde sucio. Observo a mi derecha cómo crecen los garbanzos de mi hija, sepultados bajo un algodón mojado (vuelta al cole). Y cómo las lentejas lo hacen más lentamente.

-Hay personas lenteja y personas garbanzo.
-Y luego están las que brotan hacia dentro y se les encharcan los pulmones.
-Tienes pinta de cultivar más bien la filatelia, o a la numismática.
-Y tú de no limpiar los fondos del cajón. Ni barrer frases huecas.

Entonces, de repente, inesperada, irrumpe T., vecina muy querida de casa de mis padres que hace lustros vive lejos:  “Querida V. Rebuscando en todas mis agendas he encontrado esta dirección de correo electrónico, que no sé si será…Ya tengo 89 años y mis
limitaciones se convertieron en achaques. Todavía ando con el tacataca. Pero la
mente está despierta. Leo algo, hago crucigramas, un poco de televisión.
Tengo muy cerquita el mar y alguna vez bajo y la Cruz Roja me mete en el
agua. Dicen “que me quiten lo bailado” y yo digo “que me quiten lo
viajado” y las exposiciones, obras de teatro, etc. Me queda el recuerdo
“. 

Acumular recuerdos. Imágenes. Palabras. Mantener la mente vigorosa. De eso se trata. Benditos 89 de esa mujer excéntrica, culta y divertida que admirábamos de niños. Sus labios rosa chicle, corrido por las comisuras. Ojos azul turquesa. Melena larga y rubia a lo Lauren Bacall. Sus relatos de viajes con amigos, austera y aguerrida. El recuento de sus baños de mar. Y entonces pienso, ya sin venir a cuento: 1. Visitar una sala del Prado los domingos alternos. (Les propongo a las niñas. Asienten convencidas, ¡efecto Louvre!). 2. Simplificar es guardar la ropa de verano (Repesco y eternizo camisetas, blusas sin mangas, sandalias de tacón). ¿Qué fue de las estaciones? 3.Propongo Oporto a mis queridas amigas de la universidad. Dicen que sí. 

La melena de T, tal como la recuerdo

“Pienso gastarme mi fortuna en viajar”, diré grandilocuente. “Un dispendio necesario antes de que el tacataca se meta en nuestras conversaciones y se enrede entre las piernas, de un modo impetuoso”. 

Y aún más:

4.Elegir la próxima serie a la que engancharme lo justo, el próximo libro en revolcón, la ganas de una fiesta con todos mis amigos, mis hermanos. La fiesta del tacataca, un akelarre

No ser de nada ni de nadie, pero participar activamente de todo y cultivar los afectos sin derroche y sin usura. Huir de las conversaciones que hacen ruido y ensucian el estómago. Volver a regalarme flores, si hace falta con nota cariñosa. Escuchar a la sabia T., que me escribe de nuevo:

Me hace ilusión celebar los 90 por
todo lo alto. He ido perdiendo a los hermanos, primos, la última cuñada el año pasado. Y amistades que habían durado 60, 70 años.  He de tener algo de cuidado con el corazón
(operada de una válvula). Bueno, ya
tienes alguna noticia mia. Cataluña….. yo digo como Ortega y Gasset,
como el problema no se puede resolver hay que conllevarlo
“.

Cuando era pequeña el mundo de los adultos no me parececía demasiado interesante ni aspiracional. Y luego estaba T. , una excepción a tiro de puerta. Soltera, moderna, libre (y religiosa, buena hija, desprejuiciada, estentórea de voz y larga de andares). Hoy leerla me hace sonreír. Sumo amigos de décadas, visito exposiciones, tampoco nadie va a quitarme lo viajado (salvo un sabotaje al laboratorio de la biodramina). Me falta, desde luego, esa ingenuidad asombrosa de T. que no era naif, ahora lo entiendo, sino confianza plena en el devenir y en las personas. Como un manto protector que se le derramara por la el pelo hasta los pies tan grandes, que necesitan hoy el tacataca, conllevándose sin un grado siquiera de amargura…).

Que nos quiten lo bailaó. De eso se trata. Y de cuidar el corazón…Qué bueno regresarte, amiga T.