Sostiene mi amigo J. que el oficio que nos une está dejando de ser tal como lo habíamos conocido. Le digo que como antídoto a la decepción busco literatura en cualquier texto como esos buscadores de pepitas de oro deambulan con sus tamices por el lecho de un río salvaje. Bebemos cerveza, hablamos de otras decepciones comunes y volvemos a beber por la amistad y por los tiempos revueltos. Un amigo es un asidero sólido en un tsunami de incertidumbre una tarde de octubre con vocación de noviembre. Y en este caso el asidero es grande como un cachalote y se derrama en un abrazo largo, cálido y generoso.

Por la noche las chukis y yo vemos una de George Clooney bastante mediocre. “Los descendientes”. Un hombre que vela a su mujer en coma tras un accidente se enfrenta a la adolescencia de alcohol y drogas de una de sus hijas y al paso de la infancia mágica a la pubertad de la otra. Tres mujeres en situaciones fronterizas lo ponen a prueba, y tendrá que mover ficha cuando descubra que su esposa le estaba siendo infiel y pensaba abandonarlo justo cuando tuvo el accidente. Desde ese momento Clooney, las niñas y el noviete tontorrón y marginal  de la mayor emprenden viaje con el absurdo propósito de que el amante pueda despedirse de la mujer en coma, a la que van a desenchufar.

Los Descendientes

Estudio las posibles lecturas/moraleja de la película: 1.Si pones los cuernos, te desenchufan y te sacan fea, con la boca abierta y la babilla en varios planos secuencia. 2. Hasta el hombre más sexy puede parecer un pringado con ayuda de un peluquero, una camisa fea y unos cuernos enormes. 3. Si un amigo sabe que te están poniendo los cuernos y no te avisa es un capullo con pintas. 4. Las decepciones pueden superarse o incorporarse a tu paisaje, con leves modificaciones acá o allá. Ambas opciones son maduras. (Y necesarias, me temo). 5. ¿Si tu adolescente te sorprende con un noviete marginal debes rechazarlo de plano o fingir que lo aceptas y esperar a que él solito se ponga la soga al cuello?.

Creo que mis hijas han aprendido bastante de la vida por una noche, aunque Minichuki respira fuerte sobre la alfombra, vencida por el sueño y por tanto frenesí adúltero claramente inadecuado para su mundo perfecto de patadas al balón. A mi adolescente, mucho más estructurada que la de la película,  le hago ver la excelente calidad de la banda sonora original , temas hawaianos que me distraen de la trama con su magnetismo aborigen. “Sí, ya, mami, sí…”.

Vuelvo al taller sobre adolescentes al que asistí el otro día en mi afán de superar el examen de madre con dudas sobre su idoneidad como tal. Me quedo entre toda la paja irrelevante y naif con un ejercicio clave: Clasificar las normas que imponemos a nuestros hijos en fundamentales, importantes y accesorias. Descubro que para mí casi todo es fundamental y eso me convierte en madre disfuncional. En caldo de decepciones. Me acuesto pensando en las últimas decepciones de mi día. Casi vencida por el sueño trato de hacer una lista más indulgente que deje hueco al fallo y suavice las aristas. Lo último que veo es a George Clooney corriendo despavorido por una vereda. Rabioso, decepcionado. Justo antes de emprender el viaje hacia el perdón tras pasar por todas las estaciones intermedias inevitables. Esa road movie tan familiar y cotidiana, en el fondo.