Suelo leer los periódicos de atrás adelante. Pero sólo los fines de semana. Últimamente, además, he visto una trilogía de cine empezando por la última entrega. De modo que ya sabía a grandes rasgos lo que le pasaba a la pareja diez años atrás, y también veinte años atrás.

Y sin embargo, no por sabido ha sido menos excitante.

Creo que este rasgo japonés de mi personalidad, y de la de mucha gente, tiene que ver no sólo con el ansia de saber antes de tiempo, sino con la necesidad imperiosa de intervenir en el destino aunque sólo sea con la imaginación. Ir del presente hacia el pasado no es exactamente hacerse un Benjamin Button, sino cargar con todo lo aprendido y modificar sabiamente aquello que nos hizo más miserables, menos héroes.

Por ejemplo, si volviera hoy a los noventa nadie podría convencerme jamás de que me pusiera esas hombreras de Armas de Mujer que alguien de espalda ancha no necesita a no ser que pretenda espantar osos con ayuda de una envergadura grandilocuente. Tampoco votaría a según qué partido político. En realidad creo que no votaría a ninguno. Me haría ácrata pacífica y me podría la epidural también en el primer parto.

Benjamin Button

-El dolor es relativo, nos decía la comadrona. Hay mujeres muy exageradas que gritan y se contorsionan cuando no es para tanto…

(Yo no grité por pudor, pero me contorsioné como una lombriz a la que un niño destapa de su nido de arena húmeda con una pala de juguete).

Hacia atrás habría que equivocarse un poco, porque la perfeción encierra un volcán que estalla mientras te tomas un zumo de naranja en un hotel con vistas a la sierra. “No pensemos que esto  siempre va a ser así”, me advertían ayer justo antes de pasar de la página 56 a la 55 del periódico donde un director salvapatrias finge que presta un servicio a la humanidad cuando sólo se lo presta a sí mismo y a su caja fuerte.

(No, no pensemos, pero coloquemos el recuerdo en una urna de cristal para reconocerlo cuando vengan mal dadas, y coger otro impulso en la carrera)

Si mañana fuera antes de ayer lo ideal sería entregarse a la desmemoria. Que hubiera tal vez un cierto ruido de fondo, algo que nos hiciera sospechar vagamente que ya estuvimos allí, pero de puntillas. Un leve deja vu, una música de fondo con acordes de misterio ante la cual uno no puede sino ponerse en alerta y evitar caer en una trampa…

Y para irme entrenando debo aprender ya árabe o japonés, que viajar al pasado sin una lengua ad hoc debe ser un incordio.