Hoy es un día crucial. Mientras media España sale de vacaciones y se pelea porque no caben más bultos en el maletero, Rajoy dará ¿explicaciones? sobre la corrupción de su partido y mi adolescente entrará en brote psicótico porque su móvil va a seguir confiscado hasta nueva orden.

Tantas pasiones desatadas deberían hacer temblar al mundo, pensaréis. Pero lo cierto es que el mando a distancia que las reordena funciona incluso sin pilas, y respecto a Rajoy, los suyos ya han anunciado que en su discursazo del 1 de agosto -día de la anestesia general, en adelante-  habrá referencias a la crisis “que es lo que de verdad les importa a los españoles”. 

Los españoles pasados por sol somos idiotas, eso está claro. Y me recuerda a cierto examen de Pensamiento Político en la universidad donde me preguntaron por Locke y respondí tres folios de Thomes Hobbes, el del Leviatán, que no se los saltaba un gitano. Me hice un Rajoy, ahora lo veo. Mi sorprendente matrícula de honor (perdón por la chulería) me demostró que a veces el Pisuerga desde pasar por Valladolid, aunque esté seco como las neuronas de los políticos decididos a acallarnos en el día más apropiado para que nadie les preste atención.

Leviatán

Mi admirado Hobbes, uno de los padres del Estado Moderno, sostenía lo siguiente:  “Cuando el
Estado no es capaz de satisfacer el requisito mínimo que
se le pide o deja de existir, los súbditos quedan
relevados de la obligación de obedecer. En caso de
conflictos
internos o externos graves en que la seguridad se debilite “cada
hombre (queda)
en libertad de
protegerse a sí mismo por los expedientes que su propia
discreción le sugiera”.

Mi discrección me sugiere desobedecer.  Cargarme dos o tres pilares de la pedagogía universal. Tirar el móvil de mi hija al puerto y animarla a relacionarse cara a cara con el mundo. Hace unos días un  amigo que trabaja en un centro de salud nos contó que había atendido de urgencias a un joven con un ataque de ansiedad porque su celular no tenía batería y no encontraba dónde cargarlo. “Estuve dudando entre darle un calmante o darle una hostia”, confesaba F. Todos aplaudimos el plan B.

Yo anoche también dudé entre zarandear a mi insubordinada o empujarla al agua a que wasapeara con los peces. La violencia, querido Hobbes, es ese atajo peligroso que te ahorra un duro camino de curvas. El problema es que se vuelve contra ti y te quita el sueño. Anoche yo apretaba el paso, furiosa, con el teléfono de la adolescente en el bolso, y escuchaba a Minichuki reconvenirla:

-Hermana, mamá tiene razón. Te has pasado mucho.
-¡Déjame en paz, por qué me tiene que quitar el móvil, qué más le da lo que yo haga!.
-Pues le da porque ella es mamá y nos educa y tú has sido muy tonta.
-¡Cállate, enana!
-Me callo, pero yo que tú obedecía porque ella es la que manda y la que nos invita a helados.

Una familia es un sistema imperfecto que choca y entra en erupción a ratos. Para evitar que todos se maten, los dioses otorgan la autoridad a los padres (cuestionable, desde luego). Y los padres hacemos lo que podemos en circunstancias altamente complicadas. La madre Leviatán que soy ha soñado con Hobbes y ahora se niega a admitir la autoridad de un presidente que la tiene porque lo votaron. Soy esa adolescente ceñuda que camina por los empedrados en cuesta de un pueblo marinero decidida a plantar cara a la autoridad, aunque sea una quimera.

Adicción al móvil

El poder, querido Thomas Hobbes, debería otorgarse y quitarse con un mando a distancia cuando no esté a la altura de lo que se le exige. Los padres imperfectos deberíamos tener más recursos que la autoridad cuando los hijos adolescentes nos crispen y nos lleven al límite. Los centros de salud deberían salir en los telediarios explicando las urgencias que la modernidad y el absurdo les obliga a atender. A las tres de la mañana, a las cuatro o a las cinco.

Creo, adorado Hobbes, que el día que escribiste “El miedo y yo nacimos gemelos”acuñaste un himno para políticos apocados. Eres un modernícola y me he propuesto releerte con fruición mientras ese otro tipo gesticula en el informativo de las tres tratando de explicar lo inexplicable, enfundado en un disfraz de Leviatán que le viene grande, muy grande.