Todo el viento de esa mañana (ahora soplaba apenas, y no hacía frío) le había pasado por el pelo rubio que recortaba su cara blanca y sombría -dos palabras injustas- y dejaba al mundo de pie y horriblemente solo delante de sus ojos negros, sus ojos que caían sobre las cosas como dos águilas, dos saltos al vacío, dos ráfagas de fango verde. No describo nada, trato más bien de entender. Y he dicho dos ráfagas de fango verde“. Julio Cortázar. “El Perseguidor y otros cuentos de cine”. R.B.A

Oficialmente, estoy de vacaciones. Pero mi cuerpo aún no se ha enterado y se arrastra en desconcierto tres pasos por detrás del pensamiento, encharcado en un fango verde, o puede que azul, cortazariano, exhausto de invierno, rutina y desajustes. Hay épocas del año en las que el caos es un peaje necesario. Distonía y fuga. Las manos van por libre y la mente proyecta una tarjeta de embarque y una pantalla de neones -siempre veo neones- que vomitan los destinos deseados. Tener cuerpo de viaje y mente aún esclava del “yo debo” o debería.Vacaciones.

No es que Cortázar estuviera entre mis planes, es que se me ha manifestado cual espíritu indómito esta mañana, mientras recorría perezosa los lomos de mis libros, acariciando y deteniéndome en los que atacaré las próximas semanas. Y entonces llegó él, sin invocarlo, y me pareció imprescindible incluir un volumen de relatos cortos, lo que dura una siesta insomne y perezosa o ese rato de playa fría con jersey que todos los que elegimos Norte aceptamos como el que acepta un bicho distraído en la ensalada servida en el porche o en el campo.

Ayer, cena de amigos, despedida. Mi J. tan amoroso como siempre. Su novio P. y el hijo de ambos, la familia. “Justo te iba a llamar esta mañana y se coló tu mail, como un fantasma”. Relato geográfico, nos reencontraremos quizás frente al Cantábrico, Festival de San Sebastián, un año más, pero antes en Madrid, como esta noche, asfalto y pizza. El niño interrumpe como puede y cuentas chistes, los padres le acarician y le besan, bendito sea el año que ha pasado desde que lo trajeron de tan lejos. Una familia no es nada si no hay todo lo que veo sentado en esa mesa, reunido. Encuentro y alegría. Seguridad total. Un vuelo sin bandazos. El amor.

Julio Cortázar, El Perseguidor

Ya tengo una maleta. ¿No lo he dicho? Si tienes la maleta, estás de vacaciones. Seguro que hay quien hace y deshace maletas sólo para sentirlo, aunque no salga. En breve llegarán las chukis y tirarán al cesto la ropa sucia de las suyas, y habrá que rellenarlas de nuevo, y hablaremos todas a la vez, y será fiesta. “Mamá, no hacen más que caerse aviones”, teme mi adolescente por wasap, y yo le pido que deje esos zapatos absurdos para luego. Los miedos conviene distraerlos, hacerles malabares en las narices, espantarlos.

Dos saltos al vacío, dos ráfagas de fango verde“…

Mis pánicos cotidianos, reunidos: a olvidarme el DNI o el billete de avión. A llegar tarde (siempre llego muy pronto, no por cortesía, sino por puro miedo). A perderme por los canales, entre Rembrandt y el Barrio Rojo, con dos niñas detrás que creen que sabes (en realidad no lo creen, pero lo fingen. Pura supervivencia). A no recordar la clave secreta del cajero. A perder la llave. A ser la única adulta del grupo. A que nadie te espere. A un misil en el aire… Tonterías.

Estar de vacaciones es escuchar las voces del miedo amordazadas hasta ahora, desatadas, y dejar que se calmen mientras coges un libro, unas pastillas del mareo y una camiseta vieja que será el calor de hogar en casa ajena. Y entonces sientes que el fango verde se licua y va cayendo al suelo, dejando que tus piernas, ya libres, corran a cerrar esa maleta. La aventura. Y es como estrenar un cuaderno, el olor a papel blanco y a barniz, todo el relato por delante en cuanto ese avión aterrice y sueltes el suspiro contenido. Vacaciones.

No describo nada, trato más bien de entender…

P.D. Esta música  no pega con el texto, pero Lisboa es siempre mi destino, aunque no vaya. Y Carlos do Carmo una noche de fados que no olvido ni en sueños, y es un viaje.