Un amigo es alguien que te ve hecho un montón de escombros y recoge algunos trozos, los mete en su mochila y se los lleva sin decir nada.

Anoche le explicaba a Minichuki algo así.  Yo tenía una serie de incómodos asuntos pendientes de resolver que amontoné durante meses en un cuarto oscuro. Un día fueron tantos que rompieron la puerta y saltó un tigre furioso de dentro. Me dejó el cuerpo lleno de rasguños y se fue, no sin antes advertirme: “Volveré una y otra vez hasta que hayas resuelto todo lo que encerraste en esta habitación”.

-Los tigres no hablan, mamá, ya soy mayor para éso, me advirtió Minichuki.
-Este sí, ya verás…

Yo tenía una granja en África… o ésa era mi adorada Isak Dinesen. Yo tenía, digo, una o dos multas de tráfico, un coche abandonado por un tipo al que se lo vendí y jamás lo registró a su nombre, una vacuna pendiente, una cita ineludible con Hacienda, una tele sin antena, una lámpara sin bombilla…y así decenas de pequeñas cosas por resolver. El día que saltó el tigre mi amigo J., que es grandote como el gigante del cuento, vino a zancadas y me dijo que me ayudaría a resolver la más gorda. Después, se sentó a mi lado frente al cuarto oscuro, me agarró por el hombro y me pidió que durmiera mientras él se ocupaba un rato de lo mío. 

-Si quieres puedes decirme que no, te querré lo mismo…le escribí poco antes por Whats App.

-No pienso dejarte caer. Cuenta conmigo.

Cuando desperté la habitación del pánico seguía allí. Pero cada cosa tenía una etiqueta con una pista para su resolución. Mi gigante no estaba, y el tigre paseaba mansamente entre los trastos. Ese día fui despejando uno por uno, apenas la décima parte del total. Por la noche lloré desfondada y le expliqué a Minichuki la teoría de los barros de la vida, esas pequeñas obligaciones que uno va dejando en el vértigo del día a día y que se convierten en arenas movedizas que te tragan. Lo entendió a la perfección:

-Es como cuando mi amigo Diego me defendía porque yo era la más pequeña, y me ayudaba a hacer los deberes en el recreo para que la seño no se enfadara conmigo.
-Algo así, chitina…

Un amigo es un gigante que convierte la bola de tus grandes miedos en pequeñas migajas. Molestas, pero digeribles. Luego te ofrece su hombro, descansas un rato y se marcha cuando comprueba que en tus sueños no hay fieras salvajes ni abismos fríos y húmedos.