Mi querida Big-Bang:

Con el paso de los años me he vuelto altamente promiscua. Leo tres libros a la vez y no siento ni media culpa si no termino ninguno, en un coitus interruptus perpetuo. ¡Que se lo curren ellos! Aquí andan a mi alrededor, al retortero, y se me ha ocurrido el ejercicio absurdo de coger una frase de cada y empalmarlas, con el siguiente resultado:

Obligatorio, lo que se dice obligatorio, nada es obligatorio, aparte de las cosas obligatorias. Pero si uno viene a la playa, no se baña y no se pone moreno, ¿Para qué viene a la playa?// Hay que deliberar tres veces antes de actuar; y luego tres días después//Aquella noche fue la primera que Clara pasó con Jose. Yo escribí: “Nuestras mujeres, hasta los huevos, penetrando”//

Mola, ¿eh? Visto el resultado, creo que Tabucchi, los del Yi King y Guillermo Aguirre son altamente compatibles. Deberían sentarse a escribir a varias manos una suerte de cadáver exquisito cocinado a fuego lento y sin mantequilla. La grasa ha hecho tanto mal a la literatura como a mis muslos, y en argentino, ser un grasa es ser un hortera. Esos sí que saben!

Veamos, mi gran preocupación del día es ponerme un modelazo con destellos por la noche, subirme a unos tacones-lanzadera y tratar de maquillarme un ojo igual que el otro, en perfecta simetría. De ahí que ande con los libros, para contrarrestar tanta frivolité, que luego va Mr.Rubidio y me da por saco en la menor. También debería remolonear entre Pinto y Valdemoro, dejar la cama sin hacer y quedarme en pijama hasta las diez post meridiam.

Esta dejadez extrema y El coro de los esclavos con volumen a tutiplén me predisponen a la catarsis, pero también a la desazón y a la diletancia. ¿Cómo conseguir los periódicos sin salir de casa? Hago la lista de posibles voluntarios forzosos y no me sale ni Blas. Nena, o mueves tu cochino culo, que diría My Fair Lady, o tendrás que leer los tres libros sin excusas ni pretextos.

Luego está lo de comer. Porque digo yo que a una hora concreta tendré que alimentarme y lo de la lata de mejillones me parece un desatino demasiado naranja. Podría apretarme la “Electrónica para Clara”, pero aunque lo aderece convenientemente con “El tiempo envejece deprisa”, sabrá a rayos y tendré la boca seca para la eternidad. Anda que no me habré tragado papelitos en el colegio para que no me los pillaran las monjas, pero esos eran otros tiempos y mi estómago digería como el de Horca, la ballena asesina. Ahora me paso con el vinagre y necesito zamparme un saco de antiácidos.

Decido dejarme llevar, que el domingo se haga fuerte por méritos propios y tragarme alguna serie sesuda, tipo El coche fantástico, para ir abriendo boca. Es lo que tienen los domingos, que la exigencia es nimia y la pereza mayestática. Pies quietos, pasen las horas. Ahí, colgado en una percha, sólo contemplan mi ruina un vestido y sus destellos.