Cuando no puedo dormir, sumo, resto y multiplico.

Ultimamente he debido sacarme la carrera de matemáticas puras, pero no estoy muy segura. El aprendizaje insomne es volátil como él solo. Anoche inventé tres teorías, se me ocurrieron varios títulos definitivos de relato para un  “Rojo y Negro” contemporáneo y decidí llevar mi corazón a una casa de empeños. A cada pensamiento pegaba un golpe de cadera brusco y casi doloroso. Miraba al despertador con sus neones rojos: las dos, las tres, las cuatro…A punto estuve de sacar las uvas y fingir una nochevieja lenta y trasnochada.

Entre insomnes existe una cierta solidaridad. Esa que da la certeza de que el otro ha entrado en el mismo líquido denso y amniótico donde los pensamientos vagan a su antojo y juegan malas pasadas. Hacía calor, después frío. Y la vecina de tabique, abuela de la Poseída, ha ido tosiendo según una secuencia fija y consonante que, desgraciadamente, ya no recuerdo.

“Un soneto me manda hacer Violante/que en mi vida me he visto en tal aprieto”.

El tiempo de la noche es una condena a galeras. Una sesión de cine mudo donde te empeñas en leer los labios de los actores, sin vocación ni talento.  A cierta hora, las tres, te planteas la gran pregunta: ¿y si me tomo ahora la pastilla? Pero de hacerlo tan tarde -nuevamente sumas- garantizas una mañana entre tinieblas y bostezos. Arrastrada cual babosa en un azulejo de gres. Desestimado.

Dormir, tal vez soñar.

He puesto un rato Radio Cuelgue -o sea, “Si amanece, nos vamos” (Cadena SER), pero no soportaba el tono jovial de Roberto, más destinado a espabilar mentes enfermas que a cantar nanas. Se me ha ocurrido una forma de tunear mis Loubutin, tan imposibles que terminarán en una urna de cristal. He resuelto competir en bicicleta conmigo misma y fingir que no oigo cuando mi adolescente se dirija a mí con frases discordantes.

Y luego, lentamente, me he dejado caer por un túnel de resignada indiferencia rezando para que el sol hiciera de las suyas.

Pero que no me pierdan de vista. Estoy a punto, a puntito, de descubrir una teoría mixta de la relatividad y el big bang que le pondrá a Stephen Hawking los pelos como escarpias. Dadme tres noches en blanco más y saldré en los papeles.