Mi querida Big-Bang:

De pequeña, A.E tenía unos curiosos y anacrónicos tirabuzones. De mayor tiene un cáncer como una casa y no sale sin lo que ella llama “tunearse”. O sea, el maquillaje en perfecto estado de revista, la melena rubia bien hueca, algo más rala por efecto de la quimio, y sus zapatos a juego con el bolso. La dignidad es, tal vez, eso que te arrastra al espejo en lugar de arrastrarte a la cama. Así que A.E, dueña de una asombrosa y conmovedora dignidad, se echa a la calle con el ánimo tuneado y la promesa de un agotamiento que la hará sonreír si se cruza con alguien que la llama guapa.

A cierta edad, en torno a los cuarenta, las niñas de tu colegio empiezan a tener enfermedades chungas como tienen divorcios, flaccidez, un piso medio pagado y arruguillas de expresión. Cuando te cruzas con ellas por el barrio te dan los titulares, un par de besos rápidos y cada cual prosigue su camino. Mi amiga M.J llevaba un tiempo desaparecida, silenciosa, y cuando esto sucede las dos sabemos que algo pasa en nuestras vidas. La suya se quemó un poco en el incendio de su casa, en enero. Así que cuando nos encontramos y le pregunto por las obras, ella responde de un tirón: “Mi hermana tiene cáncer. Con metástasis”.

Silencio. Metástasis es una palabra que estorba en el diccionario y en el hígado. Uno no puede pronunciarla como si tal cosa, y luego correr a atravesar un espejo, como Alicia. No, no soy hipocondriaca, pero me asusta detectar señales de humo en las mujeres con las que compartí pupitre y patio de colegio. El miedo es verte en otro con problemas y saber que tú no te tunearías, sino que quizás correrías a esconderte en la cama, tiritando encogida bajo el edredón.

Tal vez la crisis de los cuarenta que nos han vendido no sea real. No somos las chicas de Sexo en Nueva York ni unas locas delirantes que intercambian falsas cremas de la eterna juventud, esa que se evapora en el reflejo de la luz mortecina de un ascensor. Quizás se trate de que la vida se escapa y es la primera vez que te ofrece pruebas. Y duelen.

Me llamo X y siento que ya no soy inmortal. Esta noche he soñado con los tirabuzones de A.E. Tan guapa, tan animosa, con esa extraña mirada encendida que otorga la lucha contra un enemigo grande. Ahora mismo, si pudiera, pararía el tiempo y me iría a tomar un café con ella y a hablar de nuestras cosas. La amistad, el amor, son inmunes a la metástasis. O lo mismo no.