Mi querida Big-Bang:

“Mi sastre y yo” podría convertirse el el siguiente padre de todos los best sellers, desbancando incluso a “Los Pilares de la Tierra”. Ese libro de un tipo apellidado Follet que leen los que no leen porque se ponen cachondos con las descripciones de sexo tórrido con la coartada del telón de fondo histórico y la construcción de las catedrales. Ja!

Ayer hablé con mi sastre, el que me está haciendo la chupa de cuero alta costura. “Hola, soy la contrahecha. ¿La tienes ya?”. El hombre debe ser especialista es tullidas con tres tallas diferentes en un solo cuerpo, porque no caía. Tuve que darle pistas tan relevantes como: “la peliteñida, la de los tacones de travesti, la del bolsaco de mamarracha..”, para que me ubicara.”Ahhh, sí…bueno, chiquilla, no estás tan mal y con esa espalda seguro que podrías acongojar a esas esmirriadas anoréxicas que sí caben en las chupas de tienda. Ven cuando quieras y no olvides una cosa: lo que nos hace grandes es que somos únicos”. (“y lo que sucede, conviene”, me dieron ganas de responder). Sí, el hombre es un Séneca, un telepredicador, un Paulo Coelho de las sisas y las mangas. Además de un desoficiado que prefiere pegar la hebra con sus clientas que enhebrar la aguja.

La cosa es que sus sentencias del todo a cien me dejan K.O, a merced de una pantalla que vomita a ese ser llamado Gadafi, el nombre perfecto para una marca de fabricación de bidones de gasolina. Un esperpento que da un miedo que te cagas, con perdón, y que usa el mismo tinte de pelo desde que arrancó lo que él llama “su revolución”. Algo que consiste en asfixiar a los tuyos y en disfrazarte de mariscal de campo para acampar con jaimas doradas y huríes complacientes en medio del desierto sin que los de Greenpeace se cuelguen de una duna en señal de protesta.

Sí, somos únicos, querido sastre. Están los malos que no atienden a las llamadas de una diplomacia que les compra petróleo, y los buenos, que invaden los territorios en nombre de una bandera. Y en medio de tanta presión maniqueista, sobrevivimos los que no encajamos en una talla ni en otra, sino en varias diferentes. Por arriba lucimos vitola de país libre, democrático y desarrollado y por abajo unas cifras de paro que invitan a la revolución inminente. A echarnos a la calle con nuestras jaimas a protestar.

Disculpa mi vehemencia. Debe ser que hoy es 23-F y ando revuelta. Ese día estudiaba un examen de religión sobre el Islám. Han pasado 30 años y aún hay tipos que nos sobresaltan. Y en medio, hombres pacíficos como mi sastre, que ayer me despidió con estas palabras: “Y no olvides que eres preciosa, chati, y que una chupa de cuero no va a cambiar tu vida”. O puede que sí.