Cada vez más amigos invierten horas en trabajar gratis. Alguien al otro lado de la puerta les da una palmadita en la espalda como todo pago y ellos vuelven a casa con una pila de deberes y la cartera tiritando.

Carlos Marx tendría mucho que decir al respecto. Pero está muerto y enterrado. La esclavitud contemporánea genera alienación, seguro. Pero es más llevadero hablar de reinvención.

Los reinventores que me rodean están exhaustos, pero no se quejan. 

Quedo con mi nuevo profesor de inglés en una cervecería. Un hombre de Texas, me clara, que pasó su infancia en Canadá y vive en España. Su inglés murmurado es poco inteligible entre el ruido, pero el alcohol nos hace libres y entiendo que está divorciado y tiene dos hijos. Y que es músico de jazz.

-No doy clases de inglés por gusto, sino por necesidad  (me aclara)
-Ah, sí…entiendo. ¿Y qué tocas?
-The bass.
-¿El bajo?
-No, el contrabajo. Que en inglés se escribe igual que besugo. Tell me.
-¿The bessss?
-No, the beis (pronuncia)
-The beisssss
-No!. The beis.

Bebo más cerveza, dispuesta a continuar la conversación de besugos. Me cuenta que aunque está sin trabajo, no para quieto. Y debemos cuadrar nuestras agendas porque la suya está llena de obligaciones.

-OK. Lets do it mondays or tusdays (sobradita)

-Los martes no, porque después tengo concierto y llevo el contrabajo y es muy grande para ir en Metro.
-A sí…claro. The beiss.
-The beis (corrije, sin sonreir, asumiendo que se está reinventando y la rubita debe pronunciar bien aunque la espuma de la cerveza le trastabille la elocuencia).

Me despido de mi profe reinventado con dos besos, que me devuelve sin demasiado entusiasmo. Acabo de contratar a un hombre que no tiene ningún interés en enseñar, pero sí la necesidad de hacerlo. Que ama la música -menos mal que yo también- y que no tiene problema en que la de los tacones vaya a verlo tocar una noche de martes. Porque allí sacará su mejor yo, su yo más apasionado. Aferrado a su besugo-contrabajo mientras ahí fuera los afortunados que aún tienen quien les pague buscan mejorar su inglés y beben cerveza. Y después extienden un billete. Y simpatizan de entrada con el esfuerzo y la honestidad del reinventado.

-Enseñar un idioma no es tan distinto a enseñar música, me aclara antes de sumergirse en el túnel del Metro.
-Y un besugo no es tan distinto a un contrabajo, bien mirado.

(Llego a casa, busco “besugo” en el diccionario de inglés. Pone “sea bream“. No entiendo nada, pero lo doy por bien empleado. La vida te regala diálogos que son tesoros reinventados. Como mis amigos. Como mi profe)