Mi querida Big-Bang;

Dentro de mi inconsistente levedad vital tenía un propósito claro: jubilarme a los 50. Decir esto pronto será un delito tan grave como fumar a las puertas de una guardería. Los delitos de la nueva real life generan importantes contradicciones. Tenemos que trabajar hasta los 67, porque la  longevidad lo impone. Mientras los del Ministerio de Trabajo dan por saco con las pensiones, lo de Ciencia y Tecnología se afanan en impulsar investigaciones que prolonguen nuestra vida. Mientras Sanidad gasta en convencernos de que el tabaco es letal e Interior forma a la policía del humo, el Tesoro se nutre de los impuestos del tabaco y del alcohol. ¿Tiene sentido?

Vale, sí, este arranque es de taxista (con perdón al gremio), pero es que las cortas de entendederas necesitamos que nos den la verdad masticada, o la mentira digerida, pero no medias tintas. A mí que me metan trolas me puede hasta molar, si se las trabajan. Es como los grandes golpes. Obras maestras del crimen que debemos aplaudir por su maestría y elegancia. Lo malo es la cutrez. La medianía, el síesnoes.

Un suponer, si llego a los 50 chupando tinta y sin completar mi colección de manolos, ¿debería fumar? Y, de hacerlo, ¿no habría que planteárselo a lo grande, tipo en una sala de preparación al parto? Ser rebelde se está convirtiendo en una lata con muchas exigencias y algunas opciones punkies. Lo más demoledor que se me ocurre es que, en cuanto termine mi matrimonio con Openbank y mi casa sea sólo mía, reuniré a las chukis para informarlas de que vendo la casa: “Chukinas, fijáos qué contradictoria es la vida. Tú te pasas la existencia pagando letras a una entidad sin alma y, el día que te entrega la carta de libertad, tienes que deshacerte del piso para poder mantenerte hasta los 100 años”. Ellas, boquiabiertas y estupefactas ante la pérdida de su exigua herencia, querrán asesinarme con arsénico, pero Sanidad tendrá el antídoto perfecto para asegurarse de que una centenaria más, homeless, muestra que el I+D no era Idiotez para Deficientes.

Aquí lo dejo, porque profundizar con mechas da fuertes dolores de cabeza. Se me ocurre que ser un bonito cadáver, como James Dean, y ventilarse los ahorros antes de los 50 es una opción mucho más atractiva que la que nos plantean esos que se encargan de nuestro futuro. Yo, por de pronto, elijo ser presente continuo. Y ahora mismo me voy a fumar un pitillo a la salud de la vieja que no seré.

Transgresor, ¿eh?