Poppy Delavigne

Me piden que escriba sobre las it-girls y lo primero que se me ocurre es: Una it-girl es siempre intercambiable por otra. Todas son lánguidas, todas tienen las piernas largas y finas y todas pegan golpes de melena aunque carezcan de melena.

Ser it-girl, imagino, es un estado de gracia. Un mohín a diez minutos del restaurante de moda. Un hombre cerca y muchas mujeres que te envidian y quisieran ser como tú cuando tú no sabes quién eres. Una it girl es un circo, un espectáculo sin fieras descafeinado y ñoño que alguien ha montado con mucho dinero y mucha fe en la insoportable levedad del ser humano.

Vivimos rodeados de construcciones tan artificiales como las islas palmera de Dubai. Líderes postizos que cae por K.O al primer embate. I-pads,IPods, IPhones y toda la parafernalia de gadgets que nunca necesitamos y de los que ya no podemos prescindir. El hombre de tu vida, la mujer de tu vida… ¿Y tu vida?

Una It-girl es una muñeca sin alma a la que alguien ha puesto una batería para que camine por imaginarias alfombras rojas y despierte suspiros alrededor. Va a los sitios empinada en altísimos tacones y lleva una de esas camisetas simples que siempre cuestan más de 300 dólares y una blazier ingrávida a modo de armadura. Se levanta tarde, no antes de las diez, desayuna alfalfa con coartada y monta en bicicleta ajena a los volcanes humeantes del mundo.

Su estigma y su destino es desatar pasiones sin vivir una pasión. Marcar tendencia sin saber qué demonios le gusta. Obedecer a estilistas, peluqueros, maquilladores, diseñadores y todo un entourage decidido a convertirla en objeto de deseo.

A una it girl siempre me la imagino bostezando y con un bolso grande que tira de ella como un bull dog.

Y ahora que he sido fría y distante, voy a escribir con las tripas y todo el impulso del segundo café de la mañana que sigue siendo noche:

NO SOPORTO A LAS MUJERES LÁNGUIDAS.  Entiendo la elegancia del escorzo, los hombros huesudos y el tobillo fino. Pero los cerebros, como los muslos, los prefiero atléticos y fibrosos.

Una vez tuve en el trabajo a una lánguida rubia y tonta que andaba a dos palmos del suelo. Se enrolló, por cierto, con un chico listo que acabó dejándola en un ataque postcoital de bostezos. Ella se movía despacio, vestia trajes vaporosos y no levantaba la voz. Era colaboradora y tenía la mala costumbre de no saludar, lo que le hice ver un día que me pilló atravesada.

-Ah, tú no estás entre mis prioridades…

La miré con cara de “voy a pegarle una hostia a tus larguiduchas y enclenques prioridades” y me di la vuelta. Tiempo después, ya en otro trabajo,  recibía su currículum una y otra vez, pero por supuesto lo archivaba en la carpeta de lo no prioritario. La tonta era una aspirante firme al trono it-girl, ahora lo sé. Y su destino una barra americana en el país de las ninfas con mente anoréxica y tul ilusión.

Para recuperar la objetividad y no decepcionar a mi amiga me apresuro a trascribir lo que la Wikipedia tiene que decir al respecto: “Una It girl o It-girl es una mujer joven atractiva que recibe una intensa cobertura mediática sin relación o desproporcional a los logros personales”.

Poppy Delevigne, Alexa Chung, Olivia Palermo son tres de ellas, para los no iniciados.   No las conozco, ignoro si desayunan tofu y dan clases de Yoga de tres a cuatro de la tarde. Visten bien, cierto, y puede que lean a mi querido John Banville justo antes de bajarse de la limusina que las conduce a la exhibición de turno, donde ellas son un jarrón de delicada porcelana.

Detesto, sí,  a las lánguidas de cuerpo y espíritu, pero puede que sea porque nunca seré una de ellas. Porque me niego a pagar por una camiseta blanca de algodón el precio de un fin de semana de hotel con cama king size y revolcón. Porque jamás tendré melena ni piernas largas y finas. Porque amo la moda, sí, y me embadurno con ella sin aspirar a ser modelo para nadie. Porque mi hija adolescente me mira con cara de “qué cateta vas” justo antes de robarme del armario un pantalón o unas botas.

Porque la consistencia es eso que una se trabaja a base de vivir y salir un día a la calle mal vestida o mal peinada sin que sea un drama.

Y sobre todo porque no quiero ser intercambiable por nadie ni por nada.

pd. Lo contrario a una it girl es Michelle Obama. ¡Cömo me gusta esa mujer que ayer, en prime time, aseguró que a su marido lo prefiere desnudo. Te entiendo, Michelle, cómo te entiendo…

pd.2. El video es de una canción de mi adolescencia que lo mola todo. No apta para It-Girls