Me susurra Ariana para curarme la cama: “Me encerraría con él en los lugares más sombríos, lúgubres y estrechos del mundo. Viajo hacia él toda la noche como un refrán infernal. Como un trombo. Pierdo todo del cuello hasta arriba. Estoy llena, no llena, embutida, no embutida, adosada. Sigo la excursión. Ahora veo hombres lindos, bien proporcionados, no siento nada. Pasan a mi lado y son lechuzas“. (La débil mental. Ed Mardulce).

Los adjetivos de Ariana Harwicz siempre me hacen sudar. Son tropicales, me asfixian y me obligan a demorar los párrafos mientras recupero el aliento. Pimienta y miel. De pronto corro por un pasillo rodeado de ramas que gotean un líquido ámbar pegajoso. Hay quien cree conocerte, pero no te conoce. Uno sólo muestra lo que quiere, lo demás son conjeturas. “Luego vendrá Augusto a podar el jardín”, dirá mi personaje. Las palabras surgidas a destiempo, las frases de relleno. Los palcos del teatro tan vacíos que un niño podría jugar al escondite y no ser encontrado jamás. Terciopelo tan rojo, desgastado.

A las cuatro de la mañana me hubiera levantado sin problema. Habría atravesado descalza hasta la cocina, me habría asomado por el patio y tirado de la cuerda, esos gemidos. Me escribe Patrick, mi desconocido guía francés: “I
propose you a stroll through the Belleville and Menilmontant areas, in the old
times small villages where lived workers, now included in
París”.  Me parece buen plan, “amazing!”, le respondo, pero mis chicas quieren los highlights, arquitectura deslumbrante, es su primera vez. (Las primeras veces son siempre inesperadas, incluso con los tickets en la mano). “Mamá, cómo te motivas”, me dicen al unísono. Les digo que a veces prepararse es mejor que ejecutar, me miran raro.

Me sumerjo otro rato en Ariana. “Yo, a mi edad, no me voy a poner a cocinar, a envejecer antes de tiempo“, deshilacha. Yo tampoco, respondo en voz audible, cayéndoseme párpados, pestañas. Este librito engaña, apenas 100 páginas, como comerse un bote de marrón glasé del tirón. Te dejará revuelta, mejor de una en una, señorita. Iremos al canal Saint Martin, esa Venecia rara con tiendas de moda pequeñitas y rosas, escribo a Patrick. Cosquillas en los pies.

Canal Saint Martin

Satisfacción.

Examinarse de madre con cierto éxito. Reunión del colegio, apuntes ordenados. Sacaste el carnet de biblioteca para Minichuki. Una mujer enorme, desbordada de brazos y muñecas, devastada, trás el ordenador y rodeada de figuritas de dragones y gárgolas (es Notre Dame, sin duda). “Hay talleres los sábados de creación literaria para niños, si ella quiere”. Quiere. Querrá. Veremos. Compraste bolis bic para la una, y una bolsa de globos de colores. Ropa interior en esa mercería de barrio plagada de batas y camisas acrílicas para viejas poco exigentes: “No hay que planchar. Lavar y listo”, decía una. “Pero olerá usted  a pis, señora mía”, pensaba yo. El tejido natural es mucho más trabajoso, te olvidas de que sudas, se seca y marca arrugas con tibio olor a perfume. Quien inventó la lycra no se lavaba nunca. O no tenía olfato, tanto da.

Ariana Harwicz

Ya en casa, le hago una foto a Minichuki con su muñeca de ganchillo, cariñoso regalo de P. “Es ella en pequeñito”, me desvelaba ayer. Mi hija hace muecas, no sabe cómo cogerla. “Estoy horrible, hazme otra”, me suplica. Me parece un momento crucial en nuestras vidas. Su última muñeca, no habrá otra. La coge como quien agarra una espada, un balón. La acomoda en su regazo como buenamente puede. Compone una sonrisa y se cala las gafas gafipastis. Vestida de fútbol, como suele, parece un anuncio de IKEA. Huele a sudor adolescente,  yo me quito la ropa. En esta casa no hay manera de desnudarse a solas. Las tres en una cama. El libro en la mesilla.

Patrick se viene arriba: The
Louvre? you need a whole life to visit it entirely, once during a Seine cruise
(and maybe you’ll hear the same thing), they said that if you look at every item
just for 3 seconds, and this 24 hours a day, you’ll need 3 months to come at the
end of it. Le respondo voila! Haremos lo que quieras.

Pasan a mi lado y son lechuzas…