Mi querida Big-Bang;

Desde que los políticos han descubierto el orgasmo como gancho de campaña, el placer anda devaluado. Ayer me desperté con unos sobresaltantes jadeos -femeninos, claro- y hoy con otros en La menor. Y ningunos eran míos, así que algo de envidia tiñosa debo reconocer. A estas alturas de la vida he aprendido a no emponzoñarme por el orgasmo ajeno, pero que vaya seguido de la cortina musical de un partido político es mucho más de lo que una puede soportar.

Dime cómo alcanzas el clímax y te diré cómo eres. A los socialistas catalanes les va el suspiro in crescendo, hasta rozar el alarido, imagino que para neutralizar el efecto somnífero de un candidato gris marengo. El PP, más recatado, es sin duda de orgasmo contenido y con matices de culpabilidad. Los curas, ya se sabe, llevan siglos haciendo su campaña antierotismo y eso no se olvida fácilmente. El orgasmo de CIU está por ver, pero ateniéndonos al candidato, guapo y arrogante ma non troppo, ha de ser más un maullido sin grandes sacudidas finales. Elegante como una sinfonía de Dvorak. La izquierda radical, por el contrario, se corre sin banda sonora original porque ellos son rebeldes y antisistema sexual.

Con tanto jadeo around the world, a los votantes se les están quitando las ganas de follar, con perdón. No hay nada menos erótico quue el pansexualismo, el exceso de estímulos. Es como visitar el museo del sexo de Amsterdam. Tanto falo, tanta foto explícita y tanta perversión en látex acaban convirtiendo tu mirada en la de un ornitorrincólogo, o así. Y cuando la ciencia se hace dueña del placer, la libido sale por la ventana.

Lo dejo, que los vecinos de al lado están en plena faena y creo que por fin voy a averiguar a quién votan. Sólo de pensarlo me entra una excitación intelectual del carajo…