Hablo con un escritor joven, insolentemente joven, sobre su experiencia en China. Me cuenta que fue allí por amor, escribió su novela y volvió porque su novia lo había plantado. Ahora se dispone a rematar su equipaje de vuelta.

-¿Has vuelto con tu novia?
-Sí, pero si me vuelve a dejar, tengo un plan B.
-¿Cuál?
-Me liaré con cualquiera de sus amigas. Ya sé de un par que no me pondrían pegas…

El festival EÑE es un foro de gafapastismo y debate sobre la creación, pero también sobre la vida misma. El escritor me ha contado su plan B sin afectación ni sarcasmo. Que te expulse de un país una mujer es mucho menos épico a que lo hagan las autoridades competentes. Más humillante. Sobre todo si te haces miles de kilómetros y aún no te ha dado tiempo a aprender ese idioma endemoniado.

-Mi novia lleva tres años y ahora empieza a poder hablar algo con los chinos. Yo me arreglé con el inglés como pude. Total, para lo hay que hablar…

El joven escritor me cuenta que antes vivió en Menorca, en una casa con otros diez. Perroflautas, vendedores de pulseras, pies negros, y que con cien euros al mes podía ir tirando.

-¿Cien euros? pregunto. Eso son tres euros diarios. Que te dan para pan y mortadela. Debiste terminar con el colesterol disparado!
-Bueno, quien dice cien, dice trescientos.

La literatura es eso. Adaptar la sensación, lo que nunca fue, a la realidad y contarlo bonito. La novia que te planta siempre es un buen subterfugio, pero dada su condición de historia universal hay que adornar el relato con cierta afectación formal, una huida loca en plan 55 días en Pekín o un tórrido romance exprés con divorcio exprés con la amiga íntima de tu novia. Esa mujer que te abandonó tan lejos de casa.

Si cometes el pecado de abandonar a un novio en otro país, la penitencia será dura. Es posible que tu novio te perdone, pero jamás lo harán sus amigos. Para ellos serás esa arpía que pegó la gran patada en territorio comanche. Ese es el relato. Los detalles no titulan. No hay atenuantes posibles, señoría. La muy hija de Satanás me plantó en ese país a merced de 1500 millones de habitantes que si saltaran todos a la vez el mundo temblaría.

Sugiero que el Festival EÑE dedique en sucesivas ediciones un espacio al abandono como detonador de relatos. Mi nuevo amigo el escritor joven podría inaugurarlo con una imagen proyectada de esa mujer que alentó un libro que quizás un día sea un best seller, y con su vuelta le obligó a aprender chino y a seducir a sus amigas en los ratos libres. Y eso le dio una sólida fama de amante y las chinas se agolpaban en la acera de su casa de Pekín, y él les daba amor a cambio de relatos imposibles. “Y aquella novia, señoras y señores, es hoy en día su agente literaria”.

Mucho más contundente y pertinaz que Carmen Balcells. Y un punto resentida. Nada que no arreglen los royalties y las traducciones en 35 idiomas. El desamor, a fin de cuentas, también claudica por una buena causa.