Mi querida Big-Bang:

Suena Richard Hawley y yo no pienso tirar mis rosas a la basura. Aquí, a mi izquierda, me mira una videocámara con la que quemaré los días con la venia de James Salter y de las patas de gallo. I, B y J tienen la culpa. No saben lo que han hecho. Mi querida mejor enemiga lleva dos días muda de gin y de contento. Con esas resacas descatalogadas que te dejan el espíritu ligerito y la manicura descascarillada. Podría jurar que anoche lloraba, la petarda. “Cuando siento no escribo”, y por no hacer ni siquiera está para recalentar sobras, la perra vaga. A ver, bonita, que de amor de amigos no se alimenta ese cuerpo. O sí.

Certezas. Hay pocas. Lo demás son adornos, mariconadas que ponemos para que el cuadro quede bonito, como los tapetes de ganchillo que ponían las abuelas en los brazos de los sofás. Envidio a la gente que crea, que me dibuja sobre negro un pensamiento: “Verás que hay un animal”, me advierte A., el artista. Lo veo, amigo, y ya tiene su sitio en la pared de mi casa. Con caseta y todo. Por cierto, dile a Berta que la bufanda que te regaló está a buen recaudo. Algo cierto. También que un hombre que apenas te conoce y te regala una blusa es un valiente: “Recordé que eras como mi hermana, pero más ancha de hombros. Busqué a una como tú en la tienda, le pedí que se probase la blusa. Aquí está”.

Tragedias. Hay muchas. Mientras tú dormías la resaca se estrella un avión y mata a un país. Es macabro pensar la de chistes que se han hecho y que empiezan: “van en un avión el presidente de USA, el de Francia, el de Gran Bretaña….”. Lástima que los malos no se monten todos juntos en aviones sin la ITV pasada o con el piloto borracho!

Cada vez que subo a un avión trato de mirar dentro de la cabina a ver qué pinta tiene el que nos llevará. “Señorita, haga el favor…”, me dijo la última vez la aeromoza (gran palabra), al verme con medio cuello dentro de la zona de mandos. “Ya voy, bonita, pensé. Que a las camareras os ponen un uniforme mal cortado y os creéis mariscales de campo”. He de decir que suelo entrar empastillada, así que en lugar de responder pongo mirada bovina y encaro el pasillo hacie mi asiento, rezando para que el de al lado esté libre o , en su defecto, sea mudo. Algo tengo que impulsa a mis vecinos a contarme su vida. Anoto: Llevar cámara de video a mi próximo vuelo y grabar a todo el que me hable. Fijo que la cámara intimida y se duermen.

Hala, a quemar otra semana, que muy mal se nos tiene que dar para que no haya algo que nos sobresalte, que nos sobrecoja, que nos sorprenda y nos cambie el centro de gravedad. Gracias por tantos libros, por el anillo, los collares, el vestido, los poemas, el disco, el cuadro, la blusa, el album, la pedicura, el masaje integral (jeje), las rosas, la cámara, las risas, los bailes, los besos, los gin tonics…

Certezas. hay pocas. Que tengo una gran familia de hermanos y amigos es la más grande. Amén.